Brasil se está transformando en el epicentro sudamericano de la revolución de los autos eléctricos e híbridos. En los últimos meses, el país recibió anuncios de inversión por cerca de u$s23.000 millones, encabezados por compañías asiáticas como BYD, Great Wall Motors y GAC, que ven en el mercado brasileño un espacio fértil para instalar fábricas, centros de innovación y una red de proveedores adaptados a las nuevas tecnologías.
Estas inversiones no solo contemplan la fabricación de vehículos eléctricos y modelos híbridos, sino también desarrollos ajustados a la realidad local, como motores capaces de funcionar con etanol, un combustible con fuerte presencia en la matriz energética brasileña. Además, se prevé la instalación de centros de investigación y desarrollo, lo que posiciona a Brasil como un referente en la electromovilidad regional.
El contraste con Argentina es notorio. Mientras el mercado brasileño atrae inversiones récord y apuesta a la innovación, en el país solo se lograron captar u$s1.500 millones durante el mismo período, sin participación de empresas chinas. La relación de fondos dirigidos a cada nación es de quince a uno, lo que, según el economista Martín Alfie, deja a la industria automotriz argentina en una situación cada vez más frágil y expuesta.
Brasil avanzó con políticas públicas claras, como el programa MOVER, que establece incentivos fiscales y un marco regulatorio estable para la electromovilidad. Estas medidas generaron confianza en los inversores y permitieron que el país se convirtiera en la principal puerta de entrada de las automotrices chinas en la región, consolidando una red de producción y proveedores que reverbera en toda la economía.
Para Argentina, el riesgo es concreto: el 70% de los autos que se fabrican en el país se exportan a Brasil. Si la producción de vehículos eléctricos se concentra en territorio brasileño, las fábricas argentinas corren el peligro de quedar rezagadas, limitadas a la manufactura de tecnologías tradicionales en un mundo que avanza rápidamente hacia la transición energética. En 2024, las ventas globales de autos eléctricos alcanzaron los 17 millones, con China fabricando nada menos que el 70% de esas unidades.
Además, el horizonte plantea nuevos desafíos. El acuerdo de libre comercio total entre Argentina y Brasil, previsto para 2029, podría dejar a la industria local frente a una competencia directa y desigual. Mientras el país vecino se fortalece con inversiones y tecnología de punta, la falta de una política industrial decidida en Argentina amenaza con agravar la pérdida de competitividad.
En paralelo, Brasil refuerza su posición en la región mediante acuerdos estratégicos con México. Durante una visita oficial a ese país, el vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin, lideró la firma de dos importantes convenios. El primero, junto a la Secretaría de Energía mexicana, apunta a impulsar el desarrollo de biocombustibles como bioetanol y biodiésel, aprovechando la experiencia brasileña en la materia. El segundo, un memorando de entendimiento entre la Secretaría de Economía mexicana y la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones (Apex), busca fortalecer el comercio bilateral, atraer inversiones y mejorar la competitividad empresarial.
Estas iniciativas consolidan la relación estratégica entre México y Brasil, fomentan el intercambio tecnológico y refuerzan el compromiso conjunto con la innovación y la sostenibilidad. Para Argentina, la situación es un llamado de atención: definirse frente a la movilidad del futuro será clave para no quedar fuera de la próxima gran transformación de la industria automotriz regional.