El mercado laboral argentino atraviesa una etapa de estancamiento en los niveles de desempleo, pero con un marcado incremento en la precariedad laboral. De acuerdo a los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) correspondientes al segundo trimestre, la tasa de desocupación se ubicó en el 7,6%, el mismo valor que hace un año. Sin embargo, detrás de esta aparente estabilidad, el empleo informal alcanzó el nivel más alto del último año y afecta a una porción creciente de trabajadores.
Extrapolando el porcentaje de desocupación al total de la población, se estima que 1,7 millones de argentinos se encuentran actualmente sin trabajo. La situación es todavía más crítica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), donde el desempleo escaló al 7,7%, impactando a unos 132.000 habitantes en el segundo trimestre.
Pero el dato más preocupante proviene de la calidad del empleo. Según Luis Campos, investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA-Autónoma, «el mercado laboral ajusta por calidad, no por cantidad». Esto se traduce en un crecimiento alarmante del trabajo informal: la tasa de informalidad llegó al 43,2% entre los ocupados, un incremento de 1,6 puntos porcentuales respecto al mismo trimestre del año anterior. Este salto implica que alrededor de 226.000 personas más quedaron atrapadas en la informalidad en solo un año, considerando únicamente los principales aglomerados urbanos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
El informe detalla que el 72,4% de los ocupados son asalariados y, dentro de ellos, el 37,7% no realiza aportes jubilatorios, lo que los clasifica como informales. Incluso entre estos asalariados informales, apenas el 15,7% hace aportes por cuenta propia, reflejando la fragilidad del empleo en este segmento.
El fenómeno del cuentapropismo también ganó terreno. La proporción de trabajadores independientes subió del 23% al 23,7% entre el segundo trimestre de 2024 y el de 2025. Asimismo, aumentó la cantidad de patrones (del 3% al 3,5%) y de trabajadores familiares sin remuneración (del 0,3% al 0,4%).
La presión sobre el mercado laboral se intensificó: el porcentaje de personas que, ocupadas o no, buscan activamente un trabajo pasó de 29,7% a 30,5%. Dentro de este grupo, los ocupados demandantes crecieron del 16% al 17,1%, aunque los subocupados demandantes retrocedieron levemente (del 8,1% al 7,9%). Por otro lado, el segmento de ocupados que busca otra ocupación se expandió de 7,9% a 9,3%.
Entre los distintos tipos de empleo, el que más creció fue el cuentapropismo informal: aquellos que ni siquiera pueden acceder al monotributo. Este grupo pasó del 13,8% al 14,7% del total de ocupados en apenas un año, evidenciando mayores dificultades para acceder a empleos formales y seguridad social.
Según el sociólogo Daniel Schteingart, el deterioro de las condiciones laborales se acentúa en un contexto en el que el empleo asalariado privado, motor del crecimiento hasta 2011, perdió dinamismo. Entre 2011 y 2015, el empleo público sostuvo la generación de puestos de trabajo, pero a partir de allí el mercado laboral entró en una etapa de estancamiento y retroceso en los salarios reales.
En algunas regiones la situación es aún más grave. Si se suman los desocupados y los ocupados demandantes, en ciudades como Córdoba, Tucumán y Santa Rosa, más del 30% de los trabajadores están buscando activamente empleo: 38,2% en Córdoba, 33,3% en Tucumán y 30,4% en Santa Rosa. Estos números reflejan la magnitud de la problemática laboral argentina, donde la estabilidad del desempleo oculta una creciente fragilidad en la calidad de los puestos de trabajo.