La actriz Natalia Oreiro regresa a la pantalla grande con un papel que la pone, una vez más, frente a un desafío emocional intenso y socialmente comprometido. En La mujer de la fila, dirigida por Benjamín Ávila, Oreiro interpreta a Andrea, una madre que ve su vida completamente alterada cuando la policía irrumpe en su hogar y detiene a su hijo Gustavo, interpretado por Federico Heinrich. A partir de ese momento, la película, que se estrenó en cines de Buenos Aires y el conurbano, se convierte en un viaje hacia el corazón oculto del sistema carcelario argentino y la realidad de quienes deben enfrentarlo desde afuera.
Esta nueva colaboración entre Oreiro y Ávila —ya habían trabajado juntos en Infancia clandestina— parte de una historia verídica: la de Andrea Casamento, quien tras vivir una situación similar fundó la Asociación Civil de Familiares Detenidos (ACiFaD). Sin embargo, el guion toma algunas licencias para profundizar en otros aspectos, especialmente en la transformación interna de su protagonista y en el retrato comunitario de las mujeres que, día tras día, esperan en la fila para ver a sus seres queridos en prisión.
Un drama humano y social
La trama se inicia con la rutina de Andrea: madre trabajadora, dedicada a sus hijos y a su empleo en una inmobiliaria. Todo cambia abruptamente cuando su casa es allanada y su hijo termina tras las rejas, acusado de un delito que la película mantiene en suspenso, ya que más que un thriller judicial, La mujer de la fila se interesa por el costado humano y social de la experiencia.
Desconocedora de los códigos del mundo carcelario, Andrea debe aprender a moverse en un entorno hostil y desconocido. Se suma a la fila de mujeres que esperan su turno para ingresar a la prisión, donde las requisas y los malos tratos son moneda corriente. En esa espera, Andrea empieza a descubrir que no está sola: otras madres la acompañan, algunas de ellas interpretándose a sí mismas y aportando un realismo conmovedor al relato.
El director Benjamín Ávila opta por demorar la revelación del motivo de la detención de Gustavo, priorizando el proceso de adaptación de Andrea y la construcción de vínculos con las demás mujeres. El guion elige alejarse de otros relatos carcelarios conocidos, como El marginal o Expreso de medianoche, para centrarse en las pequeñas y grandes luchas cotidianas de las familias de los presos.
Elenco comprometido y testimonios reales
Además de Oreiro, el elenco se completa con el debutante Federico Heinrich, quien interpreta al hijo detenido, Amparo Noguera en el papel de La 22 —una aliada clave para Andrea dentro del grupo de madres— y Alberto Ammann como Alejo, otro interno que ayuda a Gustavo. La decisión de incluir a madres reales de detenidos, quienes no son actrices, le otorga a la película una autenticidad notable y una dimensión testimonial única.
La interpretación de Oreiro es uno de los puntos más altos del filme. Su personaje atraviesa desde la incredulidad y la impotencia hasta la contención y la resiliencia, mostrando en cada gesto y cada mirada la evolución de una mujer común enfrentada a una realidad inesperada.
Un retrato de una realidad invisible
La mujer de la fila no busca el golpe bajo ni el sensacionalismo. Su fuerza reside en el retrato honesto y humanista de quienes quedan fuera del sistema de justicia, pero sufren sus consecuencias de manera directa. El filme ilumina una problemática poco visibilizada: la de las familias, especialmente las madres, que luchan por sus hijos en prisión, muchas veces sin saber siquiera si son culpables o inocentes.
Con una duración de 107 minutos, esta producción argentina invita al espectador a ponerse en la piel de quienes esperan detrás de las rejas, y a reflexionar sobre la solidaridad y la esperanza en los márgenes de la sociedad. La mujer de la fila ya se puede ver en salas de Buenos Aires y el conurbano, y representa una nueva apuesta del cine nacional por historias basadas en hechos reales y con compromiso social.