El ex presidente del Banco Central, Miguel Pesce, analizó en profundidad el presente y futuro de la política monetaria y cambiaria argentina, advirtiendo que los problemas estructurales persisten y que el Gobierno actual, a su criterio, no está abordando los desafíos clave que ponen en jaque la estabilidad económica.
En diálogo con la prensa, Pesce trazó un panorama crítico sobre el enfoque oficial, remarcando que la administración en funciones priorizó el cierre de la brecha fiscal, pero desatendió el frente externo. Según su visión, esto generó un desequilibrio que se manifestó de inmediato: «Dejaron de acumular reservas porque el superávit comercial era producto de una recesión y del retraso en los pagos de importaciones. Cuando esa situación se relajó, el país chocó con la restricción externa, lo que derivó en caída de reservas, inflación y más riesgo país».
Para Pesce, el manejo de la política monetaria y cambiaria ha sido errático. Critica la decisión de eliminar instrumentos como las LEFIs, LEBACs y LELIQs, lo que, a su juicio, dejó al Banco Central sin herramientas para ordenar el mercado de dinero. «Cuando cayó la tasa de interés, la presión sobre el dólar se intensificó, porque los ahorristas argentinos tienen una marcada inclinación a dolarizar sus activos ante cualquier señal de incertidumbre».
El exfuncionario rechaza la idea de que los pasivos remunerados fueran un problema urgente. Para él, la verdadera cuestión radica en la falta de desarrollo del mercado de capitales nacional. «Argentina es un país desigual, donde incluso en las peores crisis hay un sector con capacidad de ahorrar, pero sin un mercado capaz de absorber ese ahorro, la presión recae sobre el mercado cambiario». Advierte que, si no se canalizan esos fondos hacia inversiones locales, la tendencia a comprar dólares seguirá poniendo en jaque la estabilidad cambiaria.
Consultado sobre la gestión de la política monetaria, Pesce enfatizó que todos los países desarrollados intervienen activamente en sus mercados de dinero. «La experiencia europea demostró que la abstención de política monetaria puede derivar en crisis profundas. Es un error pensar que el Banco Central puede prescindir de estas funciones».
Al describir cómo se vive una corrida cambiaria desde el Banco Central, Pesce destacó la experiencia de la estructura técnica del organismo, aunque reconoció que la liberalización de regulaciones cambiarias para personas físicas aumentó la vulnerabilidad. «Desde que se liberaron las regulaciones, ya se han acumulado cerca de 12.000 millones de dólares en formación de activos externos. En un país con tendencia crónica a la dolarización, cualquier shock puede volcar el balance cambiario».
En cuanto a la salida del cepo cambiario, Pesce sostiene que sólo será viable si se logra que el ahorro se quede en el país y se invierta productivamente. «Si no encontramos una solución a este problema, el crecimiento económico puede ser autodestructivo, porque el aumento del ahorro en pesos termina presionando sobre el mercado de cambios».
Sobre el rol del FMI, el ex titular del Banco Central fue tajante: «Argentina es el único país que reincide en los programas del Fondo. Cada vez que se acude al organismo, se cede soberanía. El FMI puede ser un recurso temporal, pero vivir permanentemente apoyado en él es insostenible».
De cara al futuro, Pesce se muestra optimista respecto al potencial exportador argentino, señalando que las proyecciones para 2030 estiman exportaciones por 130.000 millones de dólares, impulsadas por hidrocarburos, minería, industria automotriz y economía del conocimiento. Sin embargo, advierte que el endeudamiento actual puede comprometer esa bonanza futura: «Si seguimos acumulando deuda para sostener el esquema cambiario, cuando lleguen esos dólares, es probable que ya estén comprometidos en pagos».
Finalmente, Pesce subraya que la presión sobre el mercado cambiario persistirá mientras los argentinos continúen demandando dólares para ahorro y turismo, y cuestiona que la respuesta oficial ha sido profundizar la recesión para contener esa presión, lo que a su vez puede tener consecuencias políticas de cara a las próximas elecciones.
En cuanto a su propia gestión, reconoce los desafíos excepcionales (pandemia, guerra, sequía) y valora los avances en digitalización del sistema de pagos y el crecimiento económico de 2021-2022. Sin embargo, admite que quedó pendiente el desarrollo de un mercado de capitales robusto, indispensable para revertir la tendencia histórica a la dolarización y cimentar la estabilidad de largo plazo.