En julio, la morosidad en los créditos otorgados a familias argentinas marcó un nuevo récord desde que existen registros oficiales, de acuerdo con el último informe del Banco Central (BCRA). El ratio de irregularidad en estos préstamos llegó al 5,7%, superando el 5,1% registrado en junio y estableciendo el valor más alto desde que la serie comenzó en enero de 2010.
La escalada de la morosidad coincidió con un contexto especialmente adverso para el acceso al crédito. Durante ese mes, la volatilidad en las tasas de interés limitó la concesión de nuevos préstamos al sector privado, en medio de cambios profundos en la política monetaria impulsados por el Gobierno. El giro hacia un esquema de control de agregados monetarios, que prioriza la cantidad de dinero en circulación por sobre la regulación de tasas, desencadenó una fuerte suba en los costos de financiamiento.
Préstamos personales y tarjetas, los más afectados
Dentro de los distintos segmentos de crédito, los préstamos personales y las tarjetas de crédito fueron los más afectados. El porcentaje de morosidad en préstamos personales creció del 6,5% al 7,3%, mientras que en tarjetas de crédito pasó del 4,9% al 5,3%. Ambos indicadores reflejan los peores niveles desde 2021 y, en el caso de las tarjetas, el más alto desde que hay datos.
En contraste, los créditos prendarios también mostraron un aumento, aunque más moderado (de 3,7% a 3,9%). Los créditos hipotecarios, por otro lado, se mantuvieron estables e incluso mejoraron levemente, con una tasa de irregularidad de 0,9% frente al 1% de junio, mostrando que la prioridad de las familias sigue siendo conservar la vivienda.
Federico González Rouco, economista de la consultora Empiria y especialista en créditos hipotecarios, explicó que la suba en la morosidad responde principalmente al deterioro de la actividad económica y a la caída del ingreso real, factores que desde hace meses complican la capacidad de pago de los hogares. A esto se suma que la desaceleración de la inflación impide que las cuotas se «licúen» como ocurría antes, volviendo más pesada la carga financiera mensual para los deudores.
Empresas también sienten el impacto
El segmento de empresas tampoco escapó a la tendencia. En julio, la morosidad alcanzó el 3,2%, más del doble del 1,5% registrado en octubre pasado. Si bien el incremento en la irregularidad de los pagos es más lento que en las familias, las compañías también enfrentan dificultades crecientes. Entre junio y julio, la morosidad en empresas subió del 1,1% al 1,2%, con mayores complicaciones en créditos prendarios y financiamiento a través de adelantos y documentos.
El deterioro se agravó por el salto de la tasa nominal anual (TNA) de los adelantos para empresas, que entre el 14 de julio y el 18 de agosto trepó del 31% al 93%. Esta suba histórica de las tasas llevó a una contracción de casi 1 billón de pesos (un 10,6%) en los saldos de financiamiento desde el 10 de julio, según la consultora C-P, poniendo en jaque las cadenas de pago empresariales.
El costo del endeudamiento, tras un primer pico, llegó a retroceder al 50%, pero volvió a incrementarse en los últimos días de agosto debido a la inestabilidad cambiaria. Por su parte, en los préstamos personales la TNA supera el 80%, tras haber superado el 85% a comienzos de septiembre, señalando una dificultad persistente para acceder a créditos más asequibles.
Perspectivas preocupantes
La suba en la morosidad y en el costo del financiamiento refleja un escenario donde tanto familias como empresas luchan por cumplir con sus obligaciones financieras en un contexto de inestabilidad económica, inflación desacelerada y cambios en la política monetaria. El récord en la mora de los hogares y el aumento sostenido en el sector empresario anticipan que, de mantenerse estas condiciones, el acceso al crédito y la posibilidad de pago seguirán en riesgo en los próximos meses.