En una semana marcada por la urgencia de dólares y la volatilidad cambiaria en Argentina, el Gobierno nacional recurrió a una medida extrema: suspendió de manera temporal los derechos de exportación sobre la soja y sus derivados, provocando un sacudón en el mercado local y reacciones de peso en el tablero internacional. El saldo inmediato fue un ingreso récord de divisas y un respiro para el Banco Central, aunque la contracara fue el retorno veloz al viejo esquema de retenciones tras presiones externas y la reinstalación de la incertidumbre entre productores y exportadores.
Ganar tiempo, perder recaudación
Para Ariel Tejera, analista de Grassi S.A., el impacto inicial fue claro: «La suspensión fue positiva para todos los involucrados, aunque supuso sacrificar recaudación fiscal a cambio de un flujo rápido de dólares en un contexto preelectoral muy volátil». El alivio en el impuesto permitió a los exportadores ofrecer precios mucho más atractivos a los productores, generando un incentivo inusual que, aunque efímero, podría seguir influyendo en las semanas venideras ya que ahora las empresas deberán salir a cubrir las ventas anotadas durante la ventana de retención cero.
Sin embargo, Tejera advierte sobre el desafío financiero que enfrentan las agroexportadoras: «Los exportadores ahora tienen que cumplir con las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) efectivas, lo que implica un costo relevante y puede limitar su capacidad de pago futura». La incógnita es cuánto pesará este compromiso en las próximas rondas comerciales y cómo afectará la capacidad de las firmas para sostener precios firmes en el mercado interno.
El factor internacional: EE.UU. y China, en el centro de la escena
La decisión de reinstaurar rápidamente las retenciones no se explicó solo por motivos fiscales. Pablo Adreani, consultor y analista de mercados, subraya el peso de la presión internacional: «El secretario de Estado estadounidense, Scott Bessent, condicionó el préstamo de USD 20.000 millones a que se dé marcha atrás con la suspensión. Además, la Asociación Americana de la Soja no quería apoyar a un competidor como Argentina frente a China».
La jugada de China, que este año comenzó a importar soja y harina argentinas, fue leída por Adreani como un mensaje geopolítico que no pasó desapercibido en Washington y aceleró el cierre de la ventana fiscal argentina. Así, la política exportadora local quedó atrapada entre las disputas de las dos potencias mundiales, dejando en evidencia que lo que ocurre en Buenos Aires o Rosario también depende de las negociaciones en Washington y Pekín.
Los nuevos desafíos para productores y exportadores
Con el regreso de las alícuotas tradicionales (26% para soja, 24,5% para harina y aceite, 9,5% para maíz y trigo), el mercado perdió el diferencial de precios que había alcanzado fugazmente. «La soja subió USD 60 con la retención cero, pero ese nivel no se recuperará. Ahora la industria intentará sostener precios, pero la incertidumbre predomina y la oferta podría ser escasa en las primeras ruedas», advierte Adreani.
El dilema para el sector productivo es doble: decidir si vender a valores menos atractivos o retener esperando un eventual repunte. Para los exportadores, el compromiso asumido en DJVE representa un riesgo financiero elevado, ya que ahora deben cumplir con compras efectivas de mercadería en un entorno de menor estímulo y mayor costo.
David Miazzo, economista y titular de Data Miazzo, señala que «el error del Gobierno fue no limitar las declaraciones a 180 días ni restringir la compra de soja a la existente, lo que genera dudas entre los productores sobre el precio que recibirán y diferencias de capacidad de pago entre los actores del sector».
Una meta cumplida, pero muchas preguntas abiertas
Más allá de las polémicas internas y externas, el Gobierno logró su objetivo: en apenas 72 horas, se aseguraron USD 7.000 millones en DJVE, reforzando reservas y enviando una señal de fortaleza al mercado cambiario en plena cuenta regresiva electoral. Si bien el costo fue resignar recaudación, el rédito político y financiero fue evidente.
De cara al futuro, sin embargo, la incertidumbre domina. El mercado de granos quedó marcado por la volatilidad, la falta de previsibilidad y la sensación de que, en la Argentina agroexportadora, las reglas de juego pueden cambiar de un día para el otro. En ese contexto, la reciente experiencia sirvió como recordatorio de la fragilidad estructural del sector y de la influencia decisiva que tienen los actores internacionales en las decisiones locales.