En la última semana, el mercado cambiario argentino fue escenario de una marcada volatilidad, con el dólar alcanzando su valor más alto desde que el Gobierno nacional relajó las restricciones cambiarias a mediados de abril. La cotización llegó a los $1.390, lo que llevó a la administración de Javier Milei a tomar una medida inesperada: el Tesoro Nacional intervendría en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) para aportar liquidez y garantizar el funcionamiento normal del sistema.
Esta decisión generó incertidumbre entre analistas y actores económicos, principalmente porque, según lo pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la intervención del Banco Central (BCRA) en el mercado de cambios sólo estaba prevista si el dólar tocaba los límites establecidos en la banda cambiaria. Sin embargo, la gestión optó por anticiparse a esos escenarios, mostrando la preocupación oficial ante el comportamiento del tipo de cambio.
El dilema de las reservas
El economista Miguel Kiguel, director de la consultora Econviews, analizó la coyuntura y los desafíos que enfrenta el Gobierno. Según Kiguel, Argentina arrastra un debate persistente sobre el nivel del tipo de cambio y la forma de recomponer las reservas internacionales. «Durante los primeros 18 meses de Milei hubo avances importantes, pero el problema de las reservas siguió presente como una piedra en el zapato», explicó el especialista.
Kiguel remarcó que las reservas netas del país continúan en terreno negativo si se excluyen los fondos del FMI, por lo que la pregunta clave sigue siendo cómo puede la Argentina acumular divisas. Según los manuales de economía, la respuesta es sencilla: el país debe endeudarse o comprar dólares en el mercado. Sin embargo, hasta ahora el Ejecutivo priorizó la reducción de la inflación, incluso a costa de sacrificar la meta de engrosar las reservas.
Repetición de patrones y lecciones recientes
El economista recordó que la fuerte demanda de dólares no es nueva. En julio y agosto del año pasado, una vez finalizada la cosecha agrícola, el mercado vivió una situación similar que se alivió gracias a un blanqueo de capitales. A comienzos de este año, el dólar volvió a dispararse y las reservas cayeron, hasta que un desembolso del FMI calmó temporalmente la situación.
El costo de acumular reservas
Kiguel considera que elevar el tipo de cambio podría facilitar la acumulación de reservas y reducir el riesgo país, aunque reconoce que esto tendría consecuencias inmediatas: los productos importados, como autos y computadoras, se encarecerían, y habría un impacto sobre los precios de bienes vinculados al comercio exterior, como la carne.
Desde su perspectiva, el Gobierno debería estar preparado para afrontar un aumento temporal de la inflación si eso permite mejorar la confianza y la estabilidad económica en el mediano y largo plazo. «En el corto plazo, hay un efecto sobre los precios, pero si se logran comprar dólares, los inversores perciben la entrada de divisas, crece la confianza, baja el riesgo país y se puede acceder a más financiamiento para seguir acumulando reservas. Es un círculo virtuoso», argumentó Kiguel.
El titular de Econviews concluyó que probablemente la administración Milei esté dispuesta a asumir el costo de una inflación más elevada si eso implica una mejora estructural para el país. En definitiva, la discusión de fondo gira en torno a si conviene sostener un tipo de cambio bajo para controlar los precios, o dejarlo subir para atraer dólares y fortalecer la posición financiera del Estado.
En este contexto, el futuro inmediato del mercado cambiario depende de la capacidad del Gobierno para equilibrar estos factores y evitar que la incertidumbre se traduzca en nuevas presiones sobre el dólar y la economía en general.