El gobierno de Brasil, encabezado por Luiz Inácio Lula da Silva, ha dado un paso inédito en su política exterior al considerar tomar medidas comerciales contra Estados Unidos en respuesta al reciente aumento de aranceles decretado por la administración de Donald Trump. La decisión marca un cambio significativo en la relación bilateral, que hasta ahora se había limitado a gestiones diplomáticas y consultas ante organismos internacionales.
El detonante de esta situación fue la imposición, este mes, de un arancel del 50% sobre una amplia gama de productos brasileños. Esta acción fue justificada por Trump con acusaciones de presuntas prácticas comerciales desleales y, en un tono político, por lo que describió como una «caza de brujas» contra el exmandatario Jair Bolsonaro, actualmente bajo investigación por su presunta participación en la planificación de un golpe de Estado.
En respuesta, el canciller brasileño instruyó formalmente a la Cámara de Comercio Exterior (Camex) para que analice la posibilidad de aplicar una ley de reciprocidad recientemente sancionada por el Congreso Nacional. Esta normativa, aprobada a comienzos de año, faculta a Brasil a responder con contramedidas —incluyendo aranceles— ante acciones comerciales unilaterales que perjudiquen sus intereses.
Un giro en la estrategia brasileña
Hasta ahora, Brasil había optado por canales multilaterales, presentando consultas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) frente a disputas comerciales. Sin embargo, la magnitud de las nuevas restricciones y el endurecimiento del discurso estadounidense llevaron a Lula a autorizar el uso de la herramienta legal interna para responder de manera más directa.
Camex tiene ahora 30 días para presentar un informe técnico que evalúe la viabilidad de activar la ley de reciprocidad y, de recibir luz verde, un equipo gubernamental determinará qué sectores de la economía estadounidense podrían ser blanco de las nuevas medidas. En paralelo, se notificará formalmente a Washington sobre el inicio del procedimiento, aumentando la presión sobre la Casa Blanca.
Impacto económico y exclusiones estratégicas
La batería de aranceles estadounidenses afecta a diversos productos brasileños, aunque algunos sectores de gran peso lograron quedar exentos. Entre ellos destacan el jugo de naranja concentrado y la industria aeronáutica, representada por la empresa Embraer, ambos pilares de las exportaciones brasileñas. Estas exclusiones revelan el delicado equilibrio que buscan ambos gobiernos para proteger intereses clave sin romper completamente los lazos comerciales.
El trasfondo político no pasa desapercibido. Trump, al anunciar las restricciones, vinculó su decisión a la situación judicial de Bolsonaro, quien enfrenta cargos por supuesta conspiración golpista. El expresidente estadounidense calificó el proceso legal como una persecución, lo que añade un componente político a la disputa comercial.
Próximos pasos y posibles escenarios
La puesta en marcha del mecanismo de represalia, tras la autorización de Lula, abre un periodo de análisis que podría redefinir el tono de las relaciones entre las dos mayores economías del continente. Si Camex recomienda la aplicación de contramedidas, Brasil podría establecer aranceles similares o sanciones específicas a productos estadounidenses, lo que incrementaría la fricción bilateral.
La comunidad internacional sigue de cerca este proceso, dado el peso de ambos países en el comercio global y su influencia en sectores clave como la agricultura y la industria. El resultado del análisis técnico, que se conocerá en las próximas semanas, podría sentar un precedente para futuros conflictos comerciales en la región.
Por ahora, Brasil parece decidido a defender sus intereses con mayor firmeza frente a las presiones de Washington, en una muestra de que la era de la diplomacia pasiva podría estar llegando a su fin.