Benjamín Ávila, conocido por su sensibilidad y mirada aguda, regresa al cine con una historia que promete sacudir al espectador: La mujer de la fila. Ayer fue el estreno de este film protagonizado por Natalia Oreiro, quien ya había trabajado con Ávila en la recordada Infancia clandestina, la película argentina seleccionada para competir por el Oscar y nominada a los Premios Goya.
El nuevo largometraje, basado en hechos reales, narra el drama de una madre que debe enfrentar la repentina detención de su hijo adolescente, acusado de un delito cuya autoría permanece en duda. El disparador de la trama llegó a Ávila a través de Mariana Volpi, abogada y amiga vinculada a la Procuración penitenciaria. Ella le acercó la charla TED de Andrea Casamento, quien inspira el personaje central y fundó la Asociación de Familiares de Detenidos (ACiFaD), organización clave en el desarrollo de la película.
«Encontré una historia que realmente me conmovió, que planteaba preguntas sociales y políticas muy profundas y necesarias», confesó Ávila. El proceso creativo incluyó la colaboración de Marcelo Muller, coguionista de Infancia clandestina, y pronto el nombre de Natalia Oreiro surgió como la opción ideal para interpretar a Andrea. «Desde el inicio pensé en Natalia; cuando leyó el guion, le fascinó el propósito y la fuerza de la historia», destacó el director.
Oreiro, al recibir el guion, le transmitió a Ávila que se trataba de una historia «durísima, pero con luz», una visión de esperanza en medio de la adversidad que ambos compartieron desde el principio del proyecto.
Presencia real en el set
Uno de los aspectos más destacados de La mujer de la fila es la participación de mujeres reales que, como Andrea Casamento, han atravesado la experiencia de tener familiares en prisión. Exceptuando a algunas actrices, las demás integrantes del elenco femenino son verdaderas madres y parientes de detenidos, miembros de la ACiFaD. Para ellas, según relató Ávila, la filmación representó una oportunidad única de ser visibilizadas y reconocidas. «Fue un proceso muy humano y profundo. No podían creer las escenas que estaban viviendo», recordó el realizador sobre los diez días de rodaje compartidos.
Un desafío de producción
El rodaje presentó desafíos poco habituales. El equipo logró filmar en el complejo penitenciario de Ezeiza, compuesto por seis cárceles, donde tuvieron lugar los hechos originales. Fue la primera vez que se permitió una filmación de ficción en ese lugar. Las escenas interiores, como la sala de visitas y las requisas, se recrearon en locaciones, pero la autenticidad de los exteriores aporta un realismo inédito.
«La cárcel es el lado oscuro de la sociedad», reflexionó Ávila, y subrayó la importancia de dar voz a quienes suelen ser invisibilizados. La realidad, para el director, siempre supera cualquier ficción: «La vida es mucho más compleja e increíble que cualquier relato. Fue un gran trabajo decantar las vivencias reales para construir una narrativa sólidamente verosímil».
Cine argentino, entre la creatividad y la crisis
Ávila no soslaya el contexto adverso que atraviesa la industria audiovisual nacional. «Es una época extremadamente difícil para filmar en Argentina. La producción está completamente afectada y será complicado sostener el nivel de actividad de años anteriores», lamentó. Según su análisis, las plataformas de streaming como Netflix podrían convertirse en refugio para propuestas comprometidas socialmente, aunque advierte que habrá que esperar para que La mujer de la fila llegue a estos servicios.
En cuanto al futuro, el realizador espera que en los próximos años se recupere el sistema de fomento que permitió el auge del cine argentino, especialmente a través de la Ley de Cine. Por ahora, otros proyectos como Pimienta roja y la serie Yo soy Gilda: Amar es un milagro con Brenda Asnicar, permanecen en pausa.
Con La mujer de la fila, Ávila y Oreiro apuestan nuevamente a un cine que interpela, emociona y visibiliza historias reales, en un contexto donde tanto la sociedad como el cine enfrentan desafíos mayúsculos.