El fútbol argentino vivió este domingo una de esas jornadas que, más allá del resultado, quedan grabadas a fuego en la memoria colectiva. En el Gigante de Arroyito, colmado de hinchas y cargado de emoción, Rosario Central se impuso sobre Newell’s Old Boys gracias a una obra de arte firmada por uno de sus hijos más ilustres: Ángel Di María. El regreso del campeón del mundo al club de sus orígenes tuvo, en el partido más esperado, su capítulo soñado.
El encuentro, fiel al espíritu del clásico rosarino, se presentó tenso y disputado desde el primer minuto. Newell’s apostó por la presión y el orden táctico, intentando ahogar el juego creativo de Central, que buscó respuestas en los pies de Campaz y Malcorra. Las ocasiones de gol fueron escasas, los roces abundaron y la sensación general era que el empate parecía inevitable.
Pero el destino tenía reservada una escena especial para los últimos minutos. A ocho del final, una falta cerca del área de Newell’s encendió la esperanza en la tribuna local. La pelota quedó a unos 25 metros del arco, ideal para la zurda de Di María. El exjugador de Real Madrid y París Saint-Germain se tomó su tiempo, respiró profundo y, en un clima de máxima expectativa, ejecutó un zurdazo perfecto. El balón superó la barrera, tomó una curva imposible y se incrustó en el ángulo, lejos del alcance del arquero visitante. El estadio estalló en un grito unánime y Ángel, conmovido, corrió hacia sus compañeros y se abrazó entre lágrimas, consciente de la magnitud de su gesto.
El impacto del gol fue inmediato. No solo significó la victoria para Central —que llegaba invicto pero con tres empates consecutivos en casa—, sino que también representó un golpe anímico para Newell’s en un torneo que los encuentra a ambos necesitados de puntos. En el banco visitante, el entrenador Cristian Fabbiani no pudo disimular su admiración por la genialidad de Di María y reaccionó como cualquier aficionado ante semejante despliegue de talento, dejando de lado rivalidades por un instante.
En las tribunas, la celebración fue total. Entre los festejos destacó la emoción de Jorgelina Cardoso, esposa de Di María, quien acompañó al futbolista en su regreso a la Argentina tras dos décadas de éxitos en Europa y la selección nacional. El círculo parecía cerrarse de la manera más gloriosa posible: el ídolo de la casa devolvía alegría a su gente, en el partido que más duele perder y más se disfruta ganar.
Para Di María, este gol tiene un valor simbólico inigualable. Tras haber conquistado Champions League, ligas europeas y la Copa del Mundo en Qatar, eligió volver al club que lo formó para dejar una última huella imborrable. El clásico rosarino, siempre jugado como una final sin importar el contexto, encontró en su zurda un desenlace de película.
El legado de Ángel Di María suma así un capítulo único, que se suma a sus gestas en Madrid, París, Lisboa, Turín y la selección argentina. Sin embargo, este gol, convertido en la cancha que lo vio nacer y con la camiseta de Central, adquiere un carácter casi sagrado para el hincha. Rosario celebra, Central se adueña de una edición histórica del clásico y el fútbol argentino suma una nueva postal de épica, firmada por uno de sus grandes referentes.