El tenis argentino tiene un nuevo protagonista que está captando la atención del circuito: Alex Barrena, un jugador de 22 años que, pese a su reciente derrota ante Román Burruchaga en la final del Challenger de Buenos Aires, atraviesa el mejor momento de su carrera profesional. La caída en dos sets no opaca el notable progreso que ha demostrado Barrena este año, con un ascenso meteórico en el ranking y una madurez que lo proyecta como una de las grandes promesas del deporte nacional.
En lo que va de 2024, Barrena ha conseguido 28 de sus 35 victorias como profesional, logros que lo llevaron a conquistar títulos en San Miguel de Tucumán y Santa Cruz de la Sierra. Este impulso positivo le permitió escalar 395 posiciones en el ranking, una hazaña inédita entre quienes comenzaron el año dentro del top 600. Actualmente, se ubica en el puesto 170, superando por mucho las expectativas iniciales y consolidándose como el argentino con el mayor salto de la temporada.
Barrena atribuye su progreso a una combinación de mejoras técnicas y, principalmente, a un cambio en su enfoque mental. «El aspecto mental es clave. Todos los profesionales tienen buenos golpes, pero la diferencia está en la cabeza. Cuando uno está bien de la cabeza, los resultados llegan», reflexiona. Reconoce, además, que el trabajo con su psicólogo fue esencial, no solo para fortalecer su mentalidad en la cancha, sino también para reducir el impacto del estrés, factor que anteriormente lo llevó a sufrir lesiones que lo alejaron de la competencia por meses.
El camino de Barrena no estuvo exento de obstáculos: entre finales de 2021 y principios de 2022, una lesión entre la costilla y el cartílago lo mantuvo fuera del circuito durante ocho meses. El año pasado, una fractura en la espalda lo dejó otros seis meses sin jugar, y una fisura de costilla sumó más complicaciones. Sin embargo, el joven asegura que el cambio de mentalidad le permitió finalmente disfrutar de una temporada sin interrupciones físicas, lo que considera su mayor logro más allá de los resultados deportivos.
Su historia contrasta con la de muchos jugadores de élite, ya que su vínculo con el tenis fue, en un principio, más lúdico que competitivo. Barrena comenzó a jugar a los 14 meses, pero hasta los 18 no se tomó el deporte como algo profesional. Compartía su tiempo entre el tenis y el fútbol, y recién después de la adolescencia decidió apostar por una carrera en el circuito. Su formación se dio en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), y en la etapa de menores participó activamente en los torneos de la Asociación Argentina de Tenis, alcanzando, entre otros logros, los cuartos de final de Roland Garros Junior en 2020.
El recuerdo de aquel Roland Garros, en plena pandemia, y su debut en la clasificación del US Open, son hitos que Barrena destaca como momentos de consolidación y motivación. «Jugar mi primer Grand Slam fue una emoción enorme, sobre todo por el ambiente y el apoyo del público», cuenta. Sin embargo, su enfoque actual es progresivo: prioriza terminar el año de forma saludable y competir en la gira sudamericana antes de fijar metas en los grandes torneos internacionales.
Sobre sus próximos pasos, Barrena mantiene la cautela y el realismo que caracterizan su trayectoria: «El principal objetivo es seguir jugando todos los torneos sin lesiones. Por supuesto que me gustaría ingresar al top 100 y competir en ATP, pero voy paso a paso, sin presionarme por el ranking». Esta mentalidad, sumada a su evidente evolución técnica y física, invita a pensar que el joven tenista puede convertirse en una figura estable del circuito profesional.
En un contexto donde la competencia en los torneos Challenger es cada vez más pareja y exigente, Barrena se destaca no solo por sus resultados, sino también por su capacidad de adaptación y su maduración. El tenis argentino, que históricamente ha celebrado grandes figuras, podría estar presenciando el surgimiento de un nuevo referente, dispuesto a dejar huella entre los mejores del mundo.