El escenario del teatro Maipo es testigo de una experiencia teatral que desafía las convenciones del género y sacude al público con una mezcla de emociones inesperadas. ‘Las hijas’, la nueva obra que marca el debut de Adrián Suar como director, se presenta como mucho más que una simple comedia dramática: es un viaje emocional que deja huella en cada espectador, sin importar sus expectativas previas.
La propuesta surge de una idea original de Suar, que encontró en Ariadna Asturzzi la pluma precisa para convertirla en un texto teatral rico y complejo. Con un elenco de lujo integrado por Soledad Villamil, Julieta Díaz y Pilar Gamboa, la obra gira en torno al reencuentro de tres hermanas convocadas a celebrar el cumpleaños de su madre. Sin embargo, desde el primer momento queda claro que la verdadera razón de la reunión es otra: la preocupación por los primeros síntomas de Alzheimer que la madre comienza a manifestar.
Bajo la superficie de la celebración, la trama revela las tensiones, miedos, cariños y heridas abiertas de una familia que atraviesa una situación límite. Cada hermana representa una mirada distinta sobre el pasado y el presente: Inés (Villamil), la mayor, parece cargar con cicatrices y recuerdos complejos; Majo (Díaz), psiquiatra y supuesta mediadora, intenta conciliar pero se muestra vulnerable ante la incertidumbre; Roberta (Gamboa), la menor, lidia con inseguridades y busca un vínculo propio con su madre, diferente al de sus hermanas.
Lo que distingue a ‘Las hijas’ es su capacidad para generar reacciones individuales en el público. A diferencia de las comedias tradicionales, donde la risa suele ser colectiva y sincronizada, aquí cada espectador se ve tocado en momentos distintos. Las carcajadas, las lágrimas, la sorpresa y la reflexión se alternan sin que haya un ritmo único en la sala. La obra actúa como un espejo múltiple: cada quien se encuentra con su propia historia, recuerdos y emociones, en escenas que por momentos abrazan y en otros sacuden.
La puesta en escena de Suar aprovecha recursos lumínicos y efectos eléctricos para subrayar la intensidad de los vínculos. La casa de Inés, donde transcurre la acción, se convierte en un verdadero ring emocional, donde los personajes se enfrentan y se contienen en una coreografía de palabras, silencios y gestos. Las guirnaldas que se prenden y apagan, el miedo al cortocircuito, las luces y la penumbra, acompañan el vaivén sentimental de la trama.
A pesar del dolor que atraviesa la historia –la inminente pérdida de la memoria materna–, el humor está presente como un hilo invisible que sostiene y alivia. El sello de Suar se percibe en esos momentos de calidez, donde una broma o un gesto cómplice funcionan como abrigo ante tanto desamparo. La dramaturgia de Asturzzi logra equilibrar con maestría la tragedia y la risa, evitando caer en el melodrama o la frivolidad.
El resultado es una obra que no deja indiferente: la intensidad actoral de Villamil, Díaz y Gamboa se combina con una dirección sensible y una escritura profunda, logrando que el público permanezca cautivo incluso después del final. Al terminar la función, el clima es de introspección y conversación: muchos se quedan en sus butacas, procesando lo vivido, compartiendo historias o abrazándose.
‘Las hijas’ se suma a la tradición de los grandes unitarios televisivos sobre vínculos familiares, con ecos de títulos memorables como Vulnerables o Locas de amor. Pero en escena, la experiencia es aún más visceral. Es, en definitiva, una cita obligada para quienes buscan una propuesta teatral que conmueva, invite a la reflexión y celebre el arte de actuar.
La obra se presenta de jueves a domingo (con doble función los sábados) en el teatro Maipo, y ya se perfila como un imperdible de la cartelera porteña.