El Ministerio de Relaciones Exteriores atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente. Entre internas, favoritismos y una estructura administrativa debilitada, la Cancillería argentina parece haber perdido su rol central en la política exterior del país. Con el canciller Gerardo Werthein como figura clave, el futuro del organismo depende de decisiones que aún no se han tomado pero que, según su entorno, serán definidas por él mismo y no por las habituales presiones políticas.
La llegada de Werthein al Palacio San Martín, en reemplazo de Diana Mondino tras la controversia por el voto argentino sobre el embargo a Cuba, marcó un punto de inflexión. Desde entonces, el Ministerio sufrió un proceso de vaciamiento: perdió áreas cruciales como derechos humanos, dejó de asesorar a Presidencia y su participación en foros internacionales se redujo al mínimo. El manejo de la política exterior se trasladó a otros actores del oficialismo, como el jefe de Gabinete Guillermo Francos, y figuras cercanas a Milei, Luis y Santiago Caputo, o el embajador Alex Oxenford.
De cara a las elecciones legislativas de octubre, la Cancillería parece estar en modo transición. El oficialismo busca ordenar papeles, mientras en los pasillos ya circulan nombres para posibles reemplazos. Mauricio Macri habría manifestado en charlas con Milei la necesidad de renovar la conducción de la política exterior, proponiendo a figuras como Fulvio Pompeo o Horacio Reyser. Por su parte, Patricia Bullrich impulsa a Federico Pinedo. Sin embargo, todo está atado a la voluntad de Werthein, quien conserva una cercanía notoria con el Presidente.
Las recientes propuestas de ascensos en la diplomacia provocaron malestar en el arco político. Senadores como Guadalupe Tagliaferri, Martín Lousteau y Maximiliano Abad recibieron reclamos por la inclusión de diplomáticos con pasado kirchnerista, algunos con expresiones públicas de apoyo a Cristina Kirchner o participación en actividades políticas durante el macrismo. También se destacan ascensos para diplomáticos ligados a Elisa Carrió, lo que muestra la heterogeneidad de intereses que atraviesa a la estructura.
En paralelo, la publicación de un listado para cubrir 85 vacantes en el exterior fue celebrada como un avance para regularizar embajadas que operaban con dotaciones mínimas por la política de ajustes de Milei, quien llegó a calificar a los diplomáticos como «casta». Sin embargo, persisten las críticas por la falta de designación de un embajador ante la Unión Europea tras casi dos años de gestión.
Fuentes internas señalan que los diplomáticos cercanos a Werthein, muchos con pasado kirchnerista, no solo han logrado ascensos sino también traslados a destinos codiciados en Europa y Estados Unidos. Se priorizan perfiles jóvenes y con poca experiencia, rompiendo con la tradición de jerarquía y mérito. Ejemplo de ello es Francisco Tropepi, cercano a Sergio Urribarri, quien fue designado al frente de la misión ante la ONU.
El malestar también se refleja en el inminente recambio del sindicato de diplomáticos. Dos listas competirán este martes 14 de octubre: una identificada con el kirchnerismo y liderada por Gustavo Ainchil, y otra considerada afín al oficialismo actual, encabezada por Mónica García. El recambio busca dejar atrás la gestión de Laura Zedillo, criticada por su sintonía con la administración libertaria y la falta de respuesta a las demandas internas.
Mientras tanto, problemas estructurales como el deterioro edilicio del «Edificio Inteligente» de los años 90, con fallas graves en aire acondicionado, ascensores y cañerías, siguen sin resolverse. A esto se suma la parálisis del área política: embajadores extranjeros denuncian que ya no son recibidos por las máximas autoridades y que la comunicación con Buenos Aires es informal y desordenada, muchas veces por teléfono o WhatsApp para evitar registros oficiales. Sin vicecanciller confirmado ni directores en áreas clave, la Cancillería se encuentra en un limbo funcional.
En este contexto, la falta de directivas claras y la incertidumbre sobre futuras designaciones alimentan la sensación de desorientación. La grieta política atraviesa al cuerpo diplomático y las internas históricas parecen más vivas que nunca. El futuro del Ministerio, y en parte de la política exterior argentina, sigue atado a la decisión de un hombre: Gerardo Werthein.


