El legendario cantautor cubano Silvio Rodríguez volvió a pisar un escenario porteño después de siete años y lo hizo con la calidez y profundidad que lo convirtieron en emblema de la música latinoamericana. El primer concierto de su serie en el Movistar Arena, que continúa este domingo y culminará el 21 de octubre, fue mucho más que un simple show: se transformó en una fiesta colectiva donde se revivieron décadas de lucha, amor y resistencia.
Ante un público de quince mil personas, Silvio desplegó clásicos y nuevas canciones, acompañado por un octeto de músicos virtuosos. El reencuentro fue emotivo y marcó el regreso de un artista cuyo repertorio supera las 600 composiciones y ha sido banda sonora de la historia de América Latina.
De la Nueva Trova a un fenómeno continental
La presencia de Silvio en Buenos Aires es inseparable de la historia de la Nueva Trova, movimiento surgido en Cuba a fines de los años ’60, en el contexto de la revolución de 1959. Inspirados por figuras como Woody Guthrie y Bob Dylan, artistas como Rodríguez y Pablo Milanés propusieron fusionar sonidos tradicionales cubanos con una lírica socialmente comprometida, denunciando injusticias y narrando historias de amor y resistencia.
La influencia de la Nueva Trova trascendió fronteras: resonó en Chile con Violeta Parra y Víctor Jara, en Perú con Nicomedes Santa Cruz y Susana Baca, en México con Oscar Chávez y Amparo Ochoa, y en Brasil con el Tropicalismo y la Música Popular Brasileira de Chico Buarque y Milton Nascimento. Argentina también sumó su voz al fenómeno con el Movimiento del Nuevo Cancionero, liderado por Oscar Matus, Armando Tejada Gómez y Mercedes Sosa, entre otros.
En este marco, la vuelta de Silvio no es solo un hecho musical: es el reencuentro con una época y un idealismo que marcaron a varias generaciones.
Una noche íntima y familiar
El concierto comenzó con «Ala de colibrí» y se extendió por más de dos horas. A pesar de estar afectado por un catarro que disminuyó su caudal vocal, Silvio mantuvo intacta la emoción en cada interpretación. El público coreó himnos como «Sueño con serpientes», «Te amaré», «El necio» y «Canción del elegido», aunque quedaron fuera del repertorio esperadas piezas como «La maza» y «Unicornio».
La formación que lo acompañó incluyó a los destacados músicos Rachid López (guitarra) y Máikel Elizarde (tres cubano), Oliver Valdés (batería), Jorge Reyes (contrabajo), Jorge Aragón (piano), y Emilio Vega (vibráfono). Dos mujeres aportaron una impronta especial: Niurka González, esposa de Silvio desde 2006, deslumbró con flauta y clarinete; y Malva Rodríguez, la hija del trovador, se lució en armonías vocales y piano, sumando un matiz familiar a la velada.
El sonido fue impecable y la puesta en escena, sobria y elegante, apostó por la esencia musical y la conexión directa con la audiencia, lejos de cualquier artificio.
Poesía, memoria y homenaje
La noche estuvo atravesada por la palabra poética: desde la apertura con un texto de José Martí hasta la participación del poeta y periodista Jorge Boccanera, quien recitó versos y la letra de «¿Será posible el Sur?». También hubo espacio para la memoria y el homenaje: el recuerdo de Pablo Milanés, fallecido en 2022, emocionó a todos con una sentida versión de «Yolanda» a dos voces.
A pesar de las dificultades vocales que se intensificaron en la segunda mitad del show, Silvio cerró la noche con dos bises, «Historia de la silla» y «Rabo de nube», dejando la sensación de que lo vivido fue mucho más que un recital: fue una declaración de amor y un acto de resistencia artística.
La presentación de Silvio Rodríguez en Buenos Aires no solo reafirmó su vigencia y calidad musical, sino que ofreció un viaje por la historia, la poesía y los sueños de varias generaciones. En tiempos donde la música suele estar marcada por el marketing y lo efímero, la pureza y calidez de este encuentro resultaron un verdadero acto de arte y humanidad.


