El ambiente en River Plate dista mucho de la habitual euforia. Los hinchas, acostumbrados a gloria y gestas épicas bajo la dirección de Marcelo Gallardo, hoy se muestran desconcertados y, en muchos casos, francamente enojados. El entrenador, que durante años fue sinónimo de éxito y proezas, atraviesa el momento más delicado desde su regreso al club, con la confianza de los fanáticos erosionada por una sucesión de caídas que parecen no tener fin.

La última semana fue un fiel reflejo del clima que se respira en Núñez. Tras ser eliminados en la Copa Argentina por Independiente Rivadavia de Mendoza en una dolorosa definición por penales, los cuestionamientos ya no sólo recaen sobre los jugadores, sino que alcanzan de lleno a Gallardo. Incluso, hasta los más fieles seguidores del “Muñeco” ahora discuten sus decisiones tácticas y la falta de respuesta en los momentos clave. Esto representa un cambio de época: antes, cada movimiento del técnico era incuestionable.

El segundo ciclo de Gallardo al frente de River poco tiene que ver con aquel glorioso período que terminó hace tres años, después de ocho temporadas y media colmadas de títulos y una final de Copa Libertadores en Madrid que quedó marcada a fuego en la historia del club. La versión actual del equipo carece de la presión, intensidad y juego que identificaban a River. Incluso, el propio entrenador parece haber perdido parte de esa capacidad para potenciar a sus dirigidos y sorprender con sus planteos.

Las críticas se multiplican en las tribunas y en las redes: apuntan a la falta de jerarquía de los refuerzos, las reiteradas lesiones de figuras como Driussi, la ineficacia del colombiano Borja y decisiones polémicas como las de Juanfer Quintero. Todo esto, sumado a la falta de resultados, genera una sensación de desorientación que nunca antes se había vivido durante la era Gallardo. Hoy, River marcha quinto en la Zona B del Torneo Clausura, es segundo en la tabla anual y la clasificación a la próxima Copa Libertadores está en duda.

La seguidilla de frustraciones deportivas en 2025 es inédita: el equipo fue eliminado en cinco competencias. En la Supercopa Internacional, Talleres lo dejó afuera por penales; en la Copa Argentina, Independiente Rivadavia repitió la dosis; en el Torneo Apertura, Platense dio el golpe en el Monumental; en el Mundial de Clubes, River se despidió en la fase de grupos tras perder con el Inter de Milán; y en la Copa Libertadores, Palmeiras lo superó con un global contundente. Ninguna competición sirvió de consuelo. El equipo dejó de transmitir esa energía y confianza que lo caracterizaba.

Gallardo, habitualmente sereno y preciso ante la prensa, esta vez eligió un monólogo de seis minutos después de la eliminación con Independiente Rivadavia. Sin permitir preguntas, admitió que el equipo no estuvo a la altura de los desafíos y se responsabilizó por el mal momento. «No queda otra que aceptar y abrazar este momento oscuro», expresó, reconociendo tanto el descontento de la gente como la deuda pendiente en partidos decisivos. El técnico admitió que el análisis final llegará al concluir la temporada, y dejó abierta la puerta a revisar el plantel y la política de refuerzos.

Desde la dirigencia, el presidente Jorge Brito fue claro: «Marcelo Gallardo es el principal responsable del presente futbolístico», aunque aclaró que la continuidad del DT dependerá de su propia decisión al final del año. La situación tiene a todos en vilo, especialmente de cara al Superclásico contra Boca en noviembre y la definición del Clausura.

En River, Gallardo sigue teniendo respaldo, pero ya no es intocable. La exigencia es máxima: el club y su gente quieren volver a ver al entrenador que supo convertir las adversidades en oportunidades y que lideró el ciclo más exitoso de la historia moderna del club. El futuro inmediato marcará si este Gallardo puede reinventarse y recuperar el crédito perdido, o si el final de una era está más cerca de lo que muchos imaginan.