Oscar Barney Finn, figura clave del teatro, cine y televisión argentinos, se encuentra en plena actividad a sus 87 años, lejos de cualquier retiro. En noviembre, se estrenará en el British Arts Centre (BAC) de Buenos Aires su más reciente proyecto: una innovadora adaptación de Vanya, la clásica obra de Antón Chéjov, que reimagina en clave local y contemporánea bajo la interpretación unipersonal de Paulo Brunetti. El espectáculo, que tendrá solo diez funciones antes de viajar a Mar del Plata y luego regresar a la Capital, marca un nuevo hito en la carrera de Barney Finn.
El director no se conforma con un solo desafío; además de Vanya, sostiene en cartel El salón dorado en el Museo Fernández Blanco, basada en un cuento de Manuel Mujica Láinez, y prepara el estreno de La niña en el altar en el Teatro San Martín para abril. A la par, avanza con la escritura de sus memorias, una tarea que lo lleva a recorrer los pasillos de su historia personal y profesional, enfrentando emociones y recuerdos largamente guardados.
Barney Finn, galardonado con el Premio ACE de Oro en 2023, mantiene una rutina exigente: se levanta antes del amanecer y no descansa hasta la medianoche, a pesar de que el cansancio ocasional le recuerde su edad. Sin embargo, su vitalidad se impone. “No los siento”, afirma sobre sus años, mientras recorre con energía el BAC, escenario de tantos logros y recuerdos, como el estreno de Vita y Virginia en los años 90.
La adaptación de Vanya que propone Barney Finn dialoga con la realidad argentina. Inspirado por los paisajes y problemáticas del sur del país, el director traslada la acción a la Patagonia, integrando temas como la tala de bosques y los incendios. Serebriakov, personaje central de la pieza, ya no es un cineasta como en la versión inglesa de Simon Stephens, sino un ex gobernador que busca convertirse en senador y planea vender la finca familiar, en un guiño a las disputas políticas y sociales locales. «Quise aggiornar los sentimientos y aprovechar datos de la realidad», explica sobre su proceso creativo.
La versión de Vanya que protagoniza Paulo Brunetti se suma a la ola internacional de unipersonales inspirados en Chéjov. En 2023, el actor Andrew Scott presentó una ovacionada versión en Londres, dirigida por Sam Yates, que fue registrada para National Theatre Live y exhibida en cines de todo el mundo. En 2025, esta propuesta continuará su recorrido en Nueva York, consolidando la vigencia del clásico ruso en la escena contemporánea.
En paralelo a sus proyectos escénicos, Barney Finn se enfrenta a la tarea íntima y desafiante de escribir sus memorias. El repaso de su vida lo lleva a recuperar episodios familiares, como la relación con su padre, quien luchó contra el alcoholismo, y los sacrificios personales que implicó dedicarse al cine y al teatro. Recuerda también sus inicios en La Plata, donde se anotó en Odontología solo para viajar a Buenos Aires a ver películas, y su paso por el Ministerio de Educación y el Instituto de Cine, de donde fue despedido por defender a estudiantes.
La producción teatral, reconoce, se ha vuelto más compleja por la disminución de apoyos estatales, pero Barney Finn destaca el valor de los proyectos de laboratorio y la independencia creativa que estos le permiten. “Me tengo que involucrar, hay que moverse mucho”, asegura, mientras agradece el apoyo de auspiciantes que hacen posible la concreción de sus ideas.
La última película que dirigió fue Momentos robados en 1997, experiencia que lo llevó a enfrentar deudas y dificultades tras la crisis económica. Sin embargo, no descarta volver al cine: «Hoy tengo ganas de hacer algo más».
Fiel creyente y consciente del paso del tiempo, Barney Finn se muestra sereno ante el futuro. «Estoy a gusto con la vida. Es uno el que elige su camino, y yo soy consciente de que elegí», reflexiona, mientras celebra la vitalidad que lo impulsa a seguir creando, enseñando y reinventándose aún cerca de los 90 años. Su presente es, como él dice, una obra más: intensa, apasionada y en permanente construcción.


