Nicolás Kicker, el tenista argentino que alguna vez ocupó el puesto 78 del ranking mundial, transita hoy un presente diferente, alejado de los reflectores de los grandes torneos y marcado por una historia de caída y recuperación. Tras cumplir una suspensión de tres años por arreglar partidos en 2015, Kicker intenta reconstruir su carrera y, sobre todo, su vida fuera de las canchas.

En 2020, mientras cumplía la sanción impuesta por la Unidad de Integridad del Tenis (TIU), Kicker sorprendió al público con una confesión pública sobre cómo fue tentado por los apostadores y las razones que lo llevaron a aceptar. En aquel entonces, se mostró devastado por las consecuencias: «Me arruiné la carrera, mi nombre en el circuito quedó manchado», admitía entre lágrimas y con la preocupación de tener que responderle a su hijo sobre un tema tan delicado.

Cuatro años después, sin embargo, el oriundo de Merlo, de 33 años, asegura haber dejado atrás ese capítulo. «No tuve depresión. Al contrario, pude hacer cosas que antes no podía», afirma ahora, restándole dramatismo al episodio y poniendo el foco en cómo logró transformar una debacle personal en una etapa de aprendizaje.

Durante la suspensión, Kicker no se alejó del deporte. Dedicó solo un mes al parate total y luego se mantuvo activo: participó en torneos de fútbol, pádel, maratones y hasta un trail de 10 kilómetros en su ciudad natal. «Aproveché la vida social argentina que el tenis muchas veces te niega. Pude estar con mi hijo, con mis amigos, disfrutar de cosas simples que antes se me escapaban por estar siempre viajando de torneo en torneo», relata.

El regreso al circuito fue, como era de esperarse, arduo. Su vuelta se produjo en el ATP 250 de Córdoba en 2021 gracias a una invitación especial, aunque cayó en primera ronda. Desde entonces, no logró volver a los grandes escenarios con regularidad: su mejor ranking desde la suspensión fue el 180 en 2022 y los intentos por reinsertarse en los torneos más importantes resultaron esquivos.

La comparación con su pasado es inevitable. En 2017, había derrotado a Nick Kyrgios, entonces número 19 del mundo, y se proyectaba como una de las promesas argentinas, con aspiraciones de terminar el 2018 entre los 50 mejores. Ese año también alcanzó la tercera ronda en Indian Wells y fue convocado para la Copa Davis. Hoy, reconoce que todo le cuesta el doble. «El tenis cambió mucho. Hay que reinventarse, mejorar en lo físico y en lo tenístico. No se puede vivir del pasado; uno es otro», sostiene.

Kicker admite que la lucha actual es diaria. «Quizá nunca vuelva al top 100, pero me concentro en el hoy. Si pienso demasiado en el futuro, la ansiedad me domina. Hay que tener la humildad de pelear cada partido, porque todos quieren ganarte y el nivel es muy parejo», explica, remarcando también la profesionalización de los jóvenes que irrumpen en el circuito Challenger y Futures.

El último paso importante en su carrera lo dio en el Challenger de Buenos Aires, donde llegó hasta semifinales antes de caer ante Román Burruchaga, quien finalmente se coronó campeón. «Estoy mucho mejor. El año pasado me operé el codo derecho y tuve que arrancar de cero. Hoy puedo jugar tres torneos seguidos sin dolor y para mí eso ya es ganar», dice sobre su presente físico.

En cuanto a metas, Kicker prefiere no pensar a largo plazo. «Me concentro en objetivos cortos. Las veces que me planteé metas grandes no funcionó. Hoy solo quiero ser más regular, jugar cuatro torneos seguidos y sostenerme física y mentalmente. Si los resultados llegan, bienvenidos sean».

El apoyo de su familia y, especialmente, de su hijo, que lo acompaña a los partidos pero prefiere el fútbol y el pádel, es clave para mantener el equilibrio. «Lo más difícil es encontrar la regularidad. Las derrotas duelen, pero lo importante es enfocarse en el día a día y aceptar lo que no se puede cambiar», concluye Kicker, que aprendió a convivir con su pasado y a mirar el presente con otra perspectiva.