El Gobierno de Javier Milei se encuentra en el centro de una encrucijada económica: mantener la estabilidad del dólar sin sacrificar reservas, en un contexto de inflación a la baja pero con fragilidades macroeconómicas persistentes. El sistema de bandas cambiarias, eje de la actual política cambiaria, se consolida como el principal instrumento para contener expectativas, mientras el recuerdo del esquema aplicado por Guido Sandleris en 2018-2019 resuena cada vez más fuerte entre funcionarios y analistas.
La reciente flexibilización del cepo cambiario, sumada al respaldo financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI) y a la promesa oficial de evitar cualquier movimiento brusco antes de las elecciones legislativas de octubre, ha mantenido a los mercados en vilo. El presidente Milei aseguró esta semana que hará “todo lo que sea necesario” para sostener el sistema de bandas, considerado la piedra angular de la credibilidad macroeconómica de su gestión.
El actual esquema, diseñado por el ministro Luis Caputo en abril de 2025, fija un rango para el dólar entre $1.000 y $1.400, ajustándose mensualmente en un 1% hacia arriba y abajo. Pero las presiones inflacionarias y el atraso del tipo de cambio real han abierto el debate sobre la necesidad de recalibrar estos valores. Muchos observadores ven posible, tras las elecciones, un ajuste que vincule el piso y el techo de la banda al Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM), lo que implicaría llevar el rango a niveles de $1.666 y $2.157, reflejando la inflación acumulada y la evolución de las monedas de los principales socios comerciales.
El modelo de Sandleris, que propuso una “zona de no intervención” con bandas cambiarias y límites claros para el accionar del Banco Central, es citado como referencia obligada. El propio exfuncionario advirtió recientemente que la clave para el éxito de cualquier esquema de bandas es la consistencia fiscal y una política monetaria creíble. Aunque Sandleris distingue la volatilidad actual de la crisis de 2018, subraya que sin un equilibrio macroeconómico sólido, las bandas pueden terminar en un nuevo cepo.
En la vereda de los actuales responsables, Vladimir Werning, vicepresidente del Banco Central, ha defendido la sostenibilidad del sistema de bandas. En foros recientes, explicó que la autoridad monetaria evita intervenir cuando el dólar no alcanza el piso de la banda, reforzando así la credibilidad del esquema. Werning sostiene que la flexibilidad cambiaria, sumada a una política fiscal y monetaria restrictiva, podría allanar el camino para un ciclo de crecimiento sin grandes desequilibrios externos, siempre y cuando se logre fortalecer las reservas internacionales.
La estrategia oficial ha priorizado herramientas indirectas para absorber pesos y evitar presiones sobre el dólar: la reciente licitación de letras del Tesoro a tasa variable y el mantenimiento de altos encajes bancarios apuntan a frenar la demanda de divisas sin vender reservas, una línea que el FMI apoya en el marco del acuerdo firmado en abril. De hecho, la posibilidad de recurrir a las reservas del organismo multilateral en caso de emergencia fue deslizada por Milei, aunque el Gobierno evita explicitar cualquier restricción que pueda poner en duda la credibilidad del programa.
Economistas como Ricardo Arriazu y Carlos Melconian han advertido sobre el atraso cambiario, que estiman entre 20% y 30%, y su impacto negativo en la competitividad exportadora y la acumulación de reservas. Melconian, en particular, cuestiona el ritmo de devaluación implícito y alerta sobre el riesgo de una corrección abrupta si no se ajusta el esquema pos-elecciones. Por su parte, Marina Dal Poggetto y Emmanuel Álvarez Agis coinciden en señalar que una banda cambiaria alineada al ITCRM podría estabilizar el tipo de cambio real, evitando shocks inflacionarios y fortaleciendo la confianza.
El FMI, por su parte, sigue de cerca la dinámica cambiaria argentina. Según Julie Kozack, vocera del organismo, las reservas actuales solo cubren el 23% del nivel recomendado. El acuerdo de abril condiciona futuros desembolsos a avances concretos, reforzando la presión para que el Gobierno acumule divisas sin poner en riesgo la flotación administrada del peso.
En este escenario de expectativas recalibradas y vigilancia internacional, el sistema de bandas cambiarias se afianza como la herramienta central para navegar los próximos meses. Todo indica que, tras las elecciones, podría llegar una actualización para alinear el dólar a los “fundamentals” de la economía y responder tanto a las necesidades locales como a las exigencias del FMI.


