Desde la tranquila ciudad de Rennes, en el norte de Francia, Marilú Marini sigue reinventándose. A sus 85 años, la actriz nacida en Mar del Plata se mantiene en plena actividad y deslumbra en el reciente estreno de la película 27 noches, disponible en Netflix. En esta obra, Marini interpreta a Martha Hoffman, una excéntrica mecenas octogenaria cuya vitalidad y rebeldía desafían los estereotipos sobre la vejez.
La película, dirigida y protagonizada por Daniel Hendler y producida por Santiago Mitre y Agustina Llambi Campbell, inauguró la 73ª edición del Festival de Cine de San Sebastián y está inspirada en una historia real ocurrida a principios de los 2000 en Buenos Aires. Basada en la novela de Natalia Zito, 27 noches narra la internación de Martha, de 83 años, en una clínica psiquiátrica por decisión de sus hijas, alarmadas ante lo que consideran un derroche de la fortuna familiar y una supuesta demencia. Aislada durante casi un mes, intenta comunicarse con sus amigos para recuperar su libertad.
«Soy una adulta mayor que trabaja, que tiene una vida interesante y mucho afecto a su alrededor», cuenta Marini, quien se reconoce cercana a Martha en su espíritu curioso y su energía vital. «Me interesa encarnar personajes con aristas, no todo es bello o liso. Martha tiene una fuerza que la salva, pero también atravesó remolinos, y lo fascinante es cómo sale de ellos», reflexiona sobre su trabajo actoral.
El filme se atreve a desafiar el molde de la «abuelita» tradicional: Martha disfruta de la compañía de todo tipo de amistades, y vive la vejez con deseo y libertad –incluso manteniendo relaciones con hombres más jóvenes–, lo que provoca una crisis familiar. Carla Peterson, quien ya había compartido roles de madre e hija con Marini en la serie Guapas, encarna a una de las hijas de Martha, en un elenco que también suma a Humberto Tortonese y Paula Grinzpan.
Marilú Marini es sinónimo de trayectoria. De joven incursionó en la danza contemporánea y fue parte de los primeros happenings del Instituto Di Tella. Su carrera la llevó a trabajar en teatro, cine y televisión en Argentina y Francia, país al que se exilió en 1975 tras recibir amenazas. Allí desarrolló una extensa labor y recibió la Orden de las Artes y las Letras del gobierno francés, además de los premios Konex de Platino y de Brillante en su país natal.
Actualmente reside en París junto a su esposo, el actor Rodolfo de Souza –once años menor que ella–, su hija y dos nietos. «Mi familia es el sostén, tanto en Francia como en Argentina. El amor a esta edad es una pista de despegue para abrirte al mundo. Evoluciona y sigue vigente con la libertad que da el transcurso de la vida», revela con humor y profundidad.
Marini reconoce que la actuación le otorga una sensación de juventud y destaca la importancia de mantener el cuerpo y la mente en movimiento. Practica gimnasia, el método Feldenkrais y camina a diario. «En mi mente tengo 20 años, aunque el cuerpo no responde igual, así que me esfuerzo para que siga funcionando. El problema de los adultos mayores es que todo se vuelve rígido, y la vida es cambio constante», reflexiona, citando a Peter Brook y Heráclito para explicar su visión sobre el arte y la existencia.
Observadora de la actualidad argentina desde el exterior, Marini remarca el prestigio de la cultura nacional en festivales internacionales y defiende el valor de las políticas culturales, aunque se muestra cauta sobre el contexto actual. «No hay que dejar de lado la cultura porque nos representa y es un blasón ilustre», sostiene.
Admiradora de figuras como Totò, Anna Magnani, Olinda Bozán, Cristina Banegas, Erica Rivas y Meryl Streep, Marini reivindica la empatía, el humor y la humildad como claves de su arte. «Hay que jugar con seriedad absoluta, con el imaginario siempre presente y fluido. El legado es dejar esa apertura, esa energía vital para seguir adelante a cualquier edad», concluye la actriz, que a sus 85 años sigue siendo una inspiración inagotable.


