El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, mantuvo su primer diálogo formal con el mandatario estadounidense Donald Trump desde el regreso del republicano a la Casa Blanca. El contacto, que se realizó por videoconferencia y se extendió durante media hora, estuvo marcado por el reclamo brasileño para revertir las recientes medidas punitivas impuestas por Estados Unidos, que incluyen aranceles del 50% a exportaciones clave y sanciones diplomáticas a funcionarios brasileños.
Según el comunicado oficial emitido por el Palácio do Planalto, Lula pidió que se eliminen tanto los aranceles sobre productos brasileños como las restricciones dirigidas a integrantes de su gobierno. El presidente fundamentó su demanda asegurando que Brasil, junto con el Reino Unido y Australia, es uno de los pocos países del G20 que mantiene un saldo negativo en la balanza comercial bilateral con Estados Unidos.
El ministro de Hacienda, Fernando Haddad, calificó el diálogo como «positivo» y anticipó la difusión de un comunicado conjunto sobre el resultado del encuentro. En la conversación, Trump asignó a su secretario de Estado, Marco Rubio, la tarea de continuar las negociaciones con el vicepresidente Geraldo Alckmin, el canciller Mauro Vieira y el propio Haddad.
Ambos jefes de Estado acordaron avanzar hacia una reunión presencial en el corto plazo. Lula propuso que el encuentro tenga lugar en la próxima cumbre de la ASEAN en Malasia, programada para finales de octubre, aunque también ofreció viajar directamente a territorio estadounidense. Además, reiteró su invitación a Trump para que participe en la COP30, la conferencia climática que se celebrará en noviembre en la ciudad brasileña de Belém, Pará.
El trasfondo de la disputa comercial y diplomática está atravesado por la situación del expresidente Jair Bolsonaro. En las últimas semanas, Bolsonaro fue condenado a 27 años de prisión por su participación en el intento de golpe de Estado tras perder las elecciones frente a Lula en 2022. A pesar de las gestiones de aliados de Bolsonaro, como el diputado Eduardo Bolsonaro desde Washington, la presión sobre la justicia brasileña no logró revertir el fallo. La Casa Blanca justificó el endurecimiento de los aranceles y las sanciones como represalia por lo que Trump calificó como una «cacería de brujas» contra su socio político en Brasil.
Desde agosto, una parte significativa de las exportaciones brasileñas a Estados Unidos está sujeta a impuestos del 50%, mientras que sectores estratégicos, como la industria aeronáutica y la producción de jugo de naranja, enfrentan recargos del 10%. Además, las sanciones incluyeron restricciones financieras contra el juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, y la revocación de visas a varios asesores del gobierno de Lula.
El primer contacto presencial reciente entre Lula y Trump se produjo el mes pasado, durante un breve saludo en la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Allí, Trump destacó la «excelente química» con su par brasileño, comentario que Lula recibió con sorpresa, aunque señaló que el estadounidense tenía información errónea sobre Brasil.
El futuro de las relaciones entre ambas potencias latinoamericana y norteamericana dependerá del avance de las negociaciones en las próximas semanas. Mientras tanto, los mercados brasileños observan con cautela, atentos al impacto que puedan tener las sanciones en sectores clave de la economía y en el clima político regional.


