En una noche cargada de emociones y controversias en el estadio Ciudad de Lanús, el equipo local selló su regreso a una final internacional tras vencer 1-0 a la Universidad de Chile en la semifinal de la Copa Sudamericana. El tanto decisivo, firmado por Rodrigo Castillo, fue suficiente para que el Granate avance con un global de 3-2 y sueñe otra vez con la gloria continental, doce años después de su último título sudamericano.
El partido estuvo marcado por momentos de alto voltaje tanto futbolístico como arbitral. El único gol del encuentro llegó a los 17 minutos del segundo tiempo, cuando Castillo capitalizó una desatención defensiva chilena tras una brillante habilitación de Marcelino Moreno. El delantero definió con el arco a su merced, luego de eludir al arquero Gabriel Castellón con un movimiento que recordó al legendario enganche de Claudio Paul Caniggia en Italia 90. Sin embargo, la jugada desató protestas: en el inicio del contragolpe, Eduardo Salvio tocó el balón con la mano, una infracción que ni el árbitro venezolano Alexis Herrera ni el VAR advirtieron, generando indignación en la parcialidad visitante y suspicacias en redes sociales.
El duelo no estuvo exento de otras polémicas. Minutos antes del gol de Lanús, Felipe Salomoni había convertido para la U de Chile, pero la tecnología volvió a ser protagonista: tras la revisión, el VAR anuló el tanto por una posición adelantada de Lucas Di Yorio en el inicio de la jugada. Esta decisión, que algunos consideraron milimétrica, alteró el ánimo de un estadio colmado por 47 mil hinchas granates, quienes volvieron a ilusionarse con una nueva consagración internacional tras cuatro finales perdidas desde el último título en 2013.
Más allá de las controversias, el rendimiento de Lanús justificó el pase a la final. La figura indiscutible fue Marcelino Moreno, quien se lució como un clásico número 10 a la antigua: desequilibrante, creativo y siempre dispuesto a pedir el balón. Moreno fue el conductor del equipo, moviéndose libre por todo el frente de ataque y generando peligro constante para la defensa rival, especialmente a espaldas de los volantes chilenos Israel Poblete y Charles Aránguiz. Además, aportó su cuota de fantasía con un caño de taco que arrancó ovaciones y hasta tuvo su propio gol anulado por fuera de juego detectado por el VAR.
Castillo, por su parte, se erigió como el jugador más determinante de la serie, con dos goles en la ida disputada en Santiago y el tanto de la clasificación en Lanús. Su oportunismo y capacidad para resolver en momentos clave le valieron el reconocimiento generalizado y el agradecimiento de una hinchada que sueña con volver a levantar un trofeo internacional.
El desarrollo del partido mostró a un Lanús decidido a buscar el triunfo desde el arranque, aunque le faltó claridad en la primera etapa, especialmente por las imprecisiones de Salvio y la falta de profundidad del equipo dirigido por Mauricio Pellegrino. Las mejores chances llegaron a través de un cabezazo de Carlos Izquierdoz y un contraataque que Castillo no pudo concretar. Tras el descanso, el Granate salió con mayor convicción y generó varias situaciones de peligro, casi siempre gestadas por Moreno.
La Universidad de Chile, que jugó de visitante por la suspensión que pesaba sobre su estadio, estuvo cerca de golpear primero, pero la anulación del gol de Salomoni cambió el rumbo del partido. Tras la polémica, Lanús encontró la tranquilidad con el tanto de Castillo y supo manejar la ventaja hasta el pitazo final, resistiendo los intentos chilenos y el nerviosismo propio de una semifinal internacional.
De esta manera, Lanús accede a su quinta final internacional en doce años, con la oportunidad de revancha tras las caídas en la Recopa Sudamericana, la Suruga Bank, la Copa Libertadores y la Sudamericana de 2020. El próximo desafío será ante el Atlético Mineiro, conocido como «el Galo», el 22 de noviembre en Asunción. Una nueva cita con la historia para el Granate, que sueña con volver a celebrar a nivel continental.

 
                                    
