Lanús logró el pase a la final de la Copa Sudamericana 2025 en una noche que tuvo todos los condimentos: emoción deportiva, controversias arbitrales y una serie de incidentes que postergaron el festejo en el estadio La Fortaleza. El equipo argentino venció a Universidad de Chile en una semifinal marcada por las decisiones cuestionadas del árbitro y un cierre de partido que desbordó en enfrentamientos entre jugadores de ambos equipos.
El silbato final del árbitro venezolano Alexis Herrera fue apenas el inicio de una serie de altercados. Todo comenzó con un intercambio verbal entre futbolistas del cuadro chileno y locales, donde el delantero Nicolás Guerra y Carlos Izquierdoz protagonizaron los primeros roces. Sin embargo, la situación se intensificó cuando Lautaro Acosta, quien estaba entre los suplentes y portaba la pechera naranja, intervino para cruzar insultos con sus rivales.
El momento más crítico se vivió cuando Nahuel Losada, arquero de Lanús, tomó por el cuello a Nicolás Guerra en medio del tumulto. La confusión fue tal que no quedó claro si Losada pretendía apaciguar la situación o si su accionar era parte del conflicto. Ante esto, los compañeros del delantero chileno intentaron separarlos y miembros de la seguridad privada del club ingresaron rápidamente al campo para proteger al arquero y evitar que la situación se desmadrara aún más.
La tensión no se detuvo allí. Varios futbolistas de Universidad de Chile, notoriamente alterados por lo ocurrido en el partido y las burlas que manifestaban haber recibido por parte de los locales, buscaron enfrentarse físicamente con los jugadores de Lanús. Entre los más exaltados se encontraban Matías Sepúlveda y el argentino Leandro Fernández, quienes se lanzaron a buscar a cualquier rival con la camiseta granate. Los enfrentamientos incluyeron empujones, amenazas, algunos golpes y hasta cachetazos en un ambiente que por momentos se tornó incontrolable.
Tras varios minutos de tensión, con la intervención de la seguridad del estadio, la calma finalmente volvió al campo de juego. Los encargados del operativo lograron separar a los planteles y evitar que los disturbios pasaran a mayores, permitiendo que la celebración de Lanús pudiera comenzar, aunque con un sabor agridulce por lo sucedido.
La raíz de la crispación estuvo en los fallos arbitrales que generaron controversia durante el juego. La labor de Alexis Herrera y las decisiones tomadas por el VAR, bajo la responsabilidad de Ángel Arteaga, fueron objeto de fuertes cuestionamientos. El enojo de Universidad de Chile se centró en la validación del gol de Rodrigo Castillo, acción en la que se detectó una mano previa de Eduardo Salvio, pero que igualmente fue convalidada. Por otro lado, el tanto del argentino Felipe Salomoni para el conjunto chileno fue anulado por una posición adelantada muy discutida. Estas situaciones alimentaron el malestar y la bronca que luego se trasladó al final del encuentro.
De este modo, Lanús consiguió el boleto a la final de la Copa Sudamericana, aunque lo hizo en una noche que será recordada tanto por el logro deportivo como por el bochornoso desenlace en el campo. La dirigencia y los organismos de seguridad deberán tomar nota de lo ocurrido, mientras el equipo argentino ya piensa en su próximo desafío continental.

 
                                    
