Luego de las recientes elecciones legislativas, que culminaron con una contundente victoria del oficialismo sobre la segunda fuerza y casi diez puntos de diferencia a favor del peronismo y sus aliados en las provincias, la Iglesia católica observa con inquietud el futuro inmediato. Los obispos consideran urgente que el gobierno encabece una recuperación económica que alcance a todos los sectores, en un contexto donde, señalan, mucha gente enfrenta graves dificultades y la economía argentina lleva más de una década sin crecimiento sostenido.
Entre las principales preocupaciones del clero, se destaca la duda sobre si el presidente Javier Milei cumplirá con su promesa, esbozada el domingo electoral, de abrir un canal de diálogo genuino con gobernadores y fuerzas políticas afines. El interrogante es si ese diálogo será lo suficientemente amplio y flexible para integrar a actores extrapartidarios y así ampliar la base de sustentación política necesaria para enfrentar los desafíos del país.
El escenario social se presenta complejo. Aunque el gobierno asegura haber reducido la pobreza en 12 millones de personas como resultado de la baja de la inflación, la Iglesia advierte que esta variable no es suficiente para medir el alcance real del problema. Si bien la desaceleración de los precios, especialmente de los alimentos, representa cierto alivio para los sectores más vulnerables, la situación general de esas familias no ha cambiado de manera significativa.
De acuerdo con la última medición oficial, correspondiente al primer semestre del año, la pobreza alcanzó al 31,6% de la población, lo que equivale a unos 15 millones de argentinos, entre los cuales 3,2 millones son indigentes. Aunque el porcentaje es menor al 52,9% registrado en el primer semestre de 2024, la cifra de personas bajo la línea de la pobreza sigue siendo alarmante. Además, encuestas recientes reflejan que la clase media enfrenta necesidades crecientes y un deterioro persistente en su calidad de vida.
Por ejemplo, un relevamiento de la consultora Escenarios realizado en octubre, sobre una muestra de 1.400 personas, reveló que el 53% de los argentinos no llega a fin de mes y el 30% lo hace “con lo justo”. Asimismo, el 46% de los hogares tuvo que restringir “mucho” su consumo, mientras que un 37% lo hizo “un poco”. Solo un 16% señaló contar con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades.
Las subas de tarifas de servicios públicos, consecuencia del recorte o eliminación de subsidios, superaron ampliamente el aumento de los salarios, fenómeno que también se observa en servicios no regulados como las expensas. Más de cinco millones de jubilados cobran la mínima, en un contexto de cierre de pymes y una economía que no logra generar empleo.
La Iglesia insiste en que aproximarse a la pobreza solo desde las estadísticas puede resultar insensible. Remarcan la realidad de los pobres que no logran cubrir las cuatro comidas diarias, los niños que llegan con hambre a la escuela y los sectores medios que hacen sacrificios extremos para no caer en la exclusión. Señalan, además, que esta crisis no comenzó con la actual administración, pero advierten que, más allá del esfuerzo por controlar la inflación, todavía no se vislumbran políticas orientadas a reactivar la producción y fomentar el empleo, ya que el foco del gobierno está en el equilibrio fiscal.
Para los obispos, ningún gobierno puede superar estos desafíos sin diálogo y consenso. Desde la crisis de 2001, la Iglesia viene promoviendo sin éxito acuerdos entre dirigentes, una actitud que suele esgrimirse en campaña pero rara vez se concreta en la gestión. Milei, durante la campaña, no se mostró proclive a la búsqueda de consensos, pero la presión internacional, especialmente de Estados Unidos, que ha respaldado a la Argentina comprando pesos para estabilizar el dólar, parece haberlo motivado a abrirse al diálogo tras las elecciones.
El presidente tiene en agenda reformas clave, como la impositiva y la laboral, para las cuales necesita el apoyo de legisladores de otras fuerzas. Sin embargo, persiste la duda sobre su disposición real para negociar, considerando su estilo confrontativo. La Iglesia también atribuye responsabilidad a la oposición y espera que el Congreso abandone las disputas y se enfoque en acuerdos que beneficien a los sectores más vulnerables.
La comisión episcopal de Laicos instó recientemente a que el Congreso se convierta en un espacio de diálogo para sanar las heridas sociales del país. Citando al Papa Francisco, recordaron que la política cobra su verdadero sentido cuando busca la unidad y prioriza a los más necesitados. Preocupa, además, la baja participación en las elecciones, que alcanzó el 68%, la menor desde la recuperación democrática.
En este contexto, los obispos de todo el país se reunirán la próxima semana en Pilar en su último plenario anual, del que podría surgir una declaración sobre la situación actual.


