En los alrededores del Crypto.com Arena, hogar de los legendarios Los Angeles Lakers, el amarillo intenso y el violeta vibrante dominan la escena. Las camisetas más vistas son, sin discusión, las de LeBron James, tanto con el dorsal 6 como con el 23, en referencia a las distintas etapas de su carrera en la NBA. El número 23, sobre todo, encierra una historia personal: desde su adolescencia, LeBron lo eligió como tributo a su máximo referente, Michael Jordan. «MJ» fue su inspiración absoluta, y el propio James llegó a sugerir que la NBA debería retirar ese dorsal en honor al impacto de Jordan en el deporte.
Pero LeBron no es el único con una relación especial con su número. Luka Doncic, la otra gran figura que destaca entre los fanáticos en Los Ángeles, luce el 77 en su camiseta. El joven esloveno llegó a la liga con la intención de portar el 7, en homenaje al griego Vassilis Spanoulis, su ídolo europeo; sin embargo, ante la imposibilidad de obtener ese dorsal, optó por el 77, el doble del original, que se ha vuelto su propia marca registrada.
Más allá de los números y los nombres, el estadio mismo es un ícono de la ciudad. No sólo es epicentro del básquetbol, sino también escenario de eventos históricos como la entrega de los Premios Grammy y el recordado velatorio de Michael Jackson en 2009. Desde diciembre de 2021, el estadio lleva su nombre actual, y en su plaza exterior se erige una de las estatuas más visitadas: la de Kobe Bryant y su hija Gianna, inaugurada en 2024, cuatro años después de la tragedia que conmovió al mundo del deporte. La escultura, que muestra a ambos mirándose, se ha convertido en un lugar de peregrinación para los fanáticos.
La globalización de la NBA se refleja en el público que asiste a los partidos: latinos, orientales y turistas de todo el mundo se mezclan en las tribunas, evidenciando el alcance internacional del torneo. No es casualidad que la liga organice partidos en ciudades tan disímiles como Macao, Ciudad de México, Berlín o Londres. El comisionado Adam Silver, quien asumió en 2012, ha impulsado esta expansión que ha transformado a la NBA en un fenómeno global.
El partido de pretemporada entre Lakers y Golden State Warriors, pese a las ausencias de figuras como James, Doncic, Marcus Smart, Stephen Curry, Al Horford y Jimmy Butler, logra llenar casi toda la capacidad del estadio. Deandre Ayton y Draymond Green lideran a sus equipos en un encuentro distendido, donde Austin Reaves se destaca con 21 puntos y los Lakers se imponen 126 a 116. Sin embargo, para los presentes, el resultado parece secundario: la atención se la llevan las cámaras, el espectáculo en las pantallas gigantes, las Lakers girls y la energía del público, que participa activamente de cada show durante los descansos.
El ambiente dista del de otros lugares donde el partido en sí es el centro. Aquí, muchos aprovechan el entretiempo para recorrer el estadio, bailar, sacarse selfies o simplemente disfrutar del ambiente. Incluso, gran parte del público comienza a retirarse antes del final del partido, priorizando evitar las aglomeraciones del tráfico angelino o la escasez de transporte público nocturno.
Al terminar el juego, la desconexión es inmediata: ni los jugadores permanecen en la cancha, y los vendedores ambulantes, que apostaron por las parrillas improvisadas, suelen regresar con la mercadería sin vender. El pulso de la ciudad sigue su propio ritmo y, más allá del básquet, la vida continúa entre rascacielos, museos y hoteles, bajo la mirada de la estatua de Kobe, que sigue inspirando tanto como los números 23 y 77 que visten los fanáticos.


