En la antesala de una crucial elección y en medio de fuertes disputas internas por la renovación de su conducción el próximo 5 de noviembre, la Confederación General del Trabajo (CGT) mira con atención el clima social y político que podría definir su relación futura con el Gobierno nacional. El debate sobre una eventual reforma laboral, impulsada por la gestión de Javier Milei, se ha convertido en el centro de la agenda sindical y política.
Durante los actos por el Día de la Lealtad, Héctor Daer, uno de los principales referentes de la central obrera, desafió abiertamente a la administración de Milei ante la consulta sobre los planes oficiales de introducir cambios profundos en la legislación laboral tras los comicios. «Para darse ese lujo, primero van a tener que ganar», lanzó Daer, sintetizando el sentimiento que predomina entre los principales dirigentes sindicales.
Las expectativas dentro de la CGT no se limitan a una simple advertencia. Dirigentes de diversas corrientes dentro de la central coinciden en que el desenlace electoral será clave para el futuro del proyecto oficialista. A partir de relevamientos realizados en sus propios gremios y seccionales, los líderes sindicales aseguran que perciben un creciente malestar social, alimentado por la pérdida de poder adquisitivo, el estancamiento salarial y la falta de expectativas de mejora económica en el corto plazo. «La gente dice que el sueldo no alcanza y que ya no puede aguantar más», comentó uno de los históricos miembros de la cúpula cegetista.
Esta percepción fue reforzada por dos recientes encuestas encargadas por la CGT, cuyos resultados fueron compartidos de manera confidencial. Los sondeos, realizados por consultores de distintos perfiles políticos, coincidieron en ubicar la intención de voto nacional de La Libertad Avanza por debajo del 35%, en torno al 31% al 33%. Paralelamente, el peronismo aparece recuperando terreno, incluso en distritos donde meses atrás se encontraba muy por detrás del oficialismo. «El PJ está muy competitivo en zonas donde antes estaba rezagado, mientras que el Gobierno muestra una mala imagen creciente y un fuerte deterioro de las expectativas», resumió un dirigente sindical sobre los datos relevados.
En este contexto, la CGT considera que una eventual derrota del oficialismo en las elecciones legislativas limitaría seriamente las posibilidades del Gobierno de avanzar con la reforma laboral propuesta por el ministro de Economía, Luis Caputo. Incluso, gestos recientes como el pago parcial de la millonaria deuda que el Estado mantiene con las obras sociales sindicales —unos 62.000 millones de pesos abonados por el Ministerio de Salud en vísperas de los comicios— no han logrado convencer a los gremialistas de apoyar el proyecto.
«Si no tienen número ni consenso en el Congreso, no cuenten con nosotros», advirtió un dirigente sindical con buenos vínculos en la Casa Rosada, pero molesto por la falta de diálogo formal sobre la iniciativa presentada por Caputo ante empresarios en el coloquio de IDEA. En la misma línea, Gerardo Martínez, secretario general de la UOCRA, reiteró la disposición del sindicalismo a debatir una modernización de las normas laborales, siempre que no implique resignar derechos de los trabajadores.
Por otro lado, los líderes sindicales consideran que los intentos del Gobierno por mostrar logros económicos —como el acuerdo con la administración de Donald Trump que permitió frenar la escalada del dólar y la crisis financiera— no logran permear las preocupaciones del electorado, que sigue enfocado en la situación cotidiana y la falta de perspectivas a corto plazo.
Así, la CGT se prepara para jugar un papel central en el escenario post-electoral. El resultado del próximo domingo no solo definirá su estrategia frente al Gobierno y la reforma laboral, sino que también podría marcar el rumbo de la unidad interna en un momento clave para el movimiento obrero argentino.


