La tarde del sábado en La Bombonera quedará grabada para siempre en la memoria de los hinchas de Boca Juniors. Por primera vez desde la muerte de Miguel Ángel Russo, el estadio volvió a abrir sus puertas para un partido oficial, transformándose en el epicentro de una emotiva despedida repleta de homenajes, recuerdos y gratitud hacia el entrenador que marcó una era en el club.

Russo, quien falleció el pasado miércoles 8 de octubre a los 69 años tras más de ocho años luchando contra el cáncer de vejiga y próstata, tuvo su funeral en el propio estadio xeneize. Miles de personas, no solo simpatizantes de Boca sino también de otros equipos, desfilaron por el hall del club para brindarle el último adiós. Sin embargo, la jornada de este sábado demostró que el afecto hacia el DT va mucho más allá de una ceremonia.

Desde temprano, los alrededores del estadio lucían pasacalles con la leyenda: «Miguel, siempre en nuestro corazones». El clima de respeto y gratitud se respiraba entre los hinchas, que se acercaron a la cancha para acompañar al equipo, que enfrentaba a Belgrano de Córdoba por la fecha 13 del Torneo Clausura.

El plantel, visiblemente conmovido, saltó al campo de juego luciendo un parche especial en el centro del pecho: la imagen de Russo besando la Copa Libertadores, aquella sexta estrella internacional lograda en 2007 y que lo consagró en la historia del club. Como señal de luto, todos portaron una cinta negra.

Las tribunas también se sumaron al homenaje. En el sector de La 12, la barra brava del club, se desplegó una bandera blanca con el escudo de Boca y la inscripción: «Eternamente gracias Miguel. Fuerza a la familia. Jugador N°12». Pero el trapo más simbólico fue el que apareció colgado en el palco donde suele ubicarse el presidente del club, Juan Román Riquelme. Allí, una bandera mostraba la última foto de Russo como entrenador, abrazado por Riquelme en una práctica reciente. El mensaje era claro: «Siempre te recordaré con una sonrisa, amigo».

La familia del entrenador, incluida su esposa Mónica Crovara y sus hijos, presenció el homenaje desde una cabina cercana al sector prensa, visiblemente emocionados por el reconocimiento popular que trascendió los colores y la rivalidad.

En el césped, el homenaje tuvo un momento especialmente íntimo: parte de las cenizas de Russo fueron esparcidas en una ceremonia privada, en la que participaron sus seres queridos y Leandro Paredes como representante del plantel. Poco antes del partido, Boca desplegó una gigantografía en el círculo central con la imagen del DT y la frase «amor con amor se paga». Sobre esa alfombra, Paredes y Claudio Úbeda elevaron al cielo una camiseta azul y oro atada a globos, en un gesto cargado de simbolismo y emoción.

La ovación no se hizo esperar. Cuando la imagen de Russo apareció en el cartel electrónico del estadio, el público estalló en aplausos. Detrás, el cántico «Muchas gracias Miguelo, vos nos diste la copa, nos diste alegría, lo que hiciste por Boca no se olvida en la vida» retumbó en todos los rincones de La Bombonera, reafirmando el sentimiento colectivo de gratitud y pertenencia.

Uno de los jugadores más cercanos al entrenador, Miguel Merentiel, expresó el sentir del plantel: «Estamos muy doloridos, pero sentimos la responsabilidad de salir a respaldar el legado que nos dejó. Fue un líder que luchó hasta el final y nos transmitió su entrega. Ahora debemos honrarlo en la cancha». Merentiel también reconoció el trabajo de Claudio Úbeda, quien asumió la conducción del equipo tras la partida de Russo.

La jornada, atravesada por la emoción y el recuerdo, sirvió para ratificar el vínculo entre Russo, el club y su gente. El entrenador eligió cerrar su ciclo en Boca, y el club, junto a sus hinchas, le devolvió ese amor en una despedida inolvidable. El legado de Miguel Ángel Russo, tanto en títulos como en valores, seguirá vigente en cada rincón de La Bombonera.