La pasión por Guns N’ Roses en Argentina se renueva y multiplica con cada visita, y el show del viernes 17 de octubre en el estadio de Huracán volvió a demostrar por qué el país es uno de los bastiones más sólidos de la banda californiana. Unas 50 mil personas se congregaron para presenciar un concierto que, lejos de ser uno más en la historia del grupo, ofreció momentos únicos y una comunión pocas veces vista entre público y artistas.

Desde temprano, la expectativa era evidente: cientos de fans coparon la calle Colonia para asegurarse un lugar cerca del escenario, mientras las entradas para la primera fecha se agotaban en tiempo récord, lo que motivó la rápida adición de una nueva jornada en el Palacio Tomás Adolfo Ducó. Incluso, las terrazas de los edificios linderos se vieron repletas de seguidores que buscaban no perderse el regreso de Axl Rose, Slash y Duff McKagan.

El vínculo entre Guns N’ Roses y Argentina tiene raíces profundas. Su primera visita en 1992 estuvo marcada por rumores que, rápidamente, fueron desmentidos en el escenario del Monumental cuando Axl Rose, vistiendo la camiseta de la Selección, aclaró malentendidos y selló una relación que, con el correr de los años y siete regresos más, solo se fortaleció. El público local adoptó a la banda como propia, convirtiendo cada visita en un evento multitudinario y emotivo.

El concierto de Huracán no solo fue especial por la multitud que reunió —que incluyó familias enteras y generaciones de fans, desde cuarentones que los vieron en los ‘90 hasta adolescentes con pañuelos como vinchas, al estilo clásico de Axl—, sino también porque la banda modificó su lista de temas respecto a otras fechas internacionales e incluyó canciones que nunca antes había interpretado en vivo.

La puesta en escena fue espectacular: luces apagadas poco antes de las 21, imágenes de una cruz y una calavera en las pantallas, y la guitarra inconfundible de Slash marcando el inicio con «Welcome to the Jungle». Axl Rose, fiel a su estilo, cambió varias veces de vestuario y recorrió el escenario con energía, mientras Slash, con su galera y lentes oscuros, se mantuvo firme en su imagen icónica. El bajista Duff McKagan y el resto de la banda acompañaron con precisión, sumando potencia a un repertorio de 27 canciones que repasó todos los grandes éxitos.

El clima de fiesta no impidió que Axl Rose se preocupara por la seguridad de sus seguidores, pidiendo a la multitud que se corriera hacia atrás para evitar aglomeraciones. «Buenas noches, Buenos Aires. Tenemos un público increíble aquí, lo sabemos desde hace mucho», saludó, generando una ovación generalizada.

El repertorio fue un recorrido por la historia del rock: los clásicos de Appetite for Destruction, himnos de Use Your Illusion I y II —incluyendo «You Could Be Mine», popularizada por Terminator 2— y momentos de alto voltaje emocional como la interpretación de «Don’t Cry» (con un solo de Slash que desató lágrimas entre el público) y «November Rain», con Axl al piano.

Uno de los instantes más destacados fue el homenaje a Ozzy Osbourne. Una imagen del legendario músico apareció en pantalla mientras la banda interpretaba «Sabbath Bloody Sabbath», repitiendo el tributo que ya le habían rendido poco antes de la muerte del ícono del heavy metal.

Hubo espacio para sorpresas, como una versión de un tema de los New York Dolls y un demoledor cierre con «Paradise City», que puso a saltar hasta al último asistente. El show, de casi tres horas, fue una celebración transversal: la nostalgia de los fans de siempre se mezcló con la emoción de los más jóvenes, testigos de la vigencia de un fenómeno que atraviesa generaciones.

Al despedirse, Axl Rose agradeció con una reverencia y el estadio se resistía a vaciarse, como si nadie quisiera que el reencuentro terminara. Guns N’ Roses volvió a demostrar que su conexión con Argentina es única y que, pese al paso del tiempo, su leyenda sigue creciendo a fuerza de canciones, entrega y momentos irrepetibles.