Fin del verano (Slutet på sommaren), la reciente serie sueca disponible en Flow, propone al espectador algo más que un simple misterio policial. Basada en la novela homónima de Anders de la Motte y dirigida por Jens Jonsson, esta producción se sumerge en las complejidades de la memoria, el duelo y los secretos familiares que persisten a lo largo de los años.
La trama se despliega en dos líneas temporales –1984 y 2004– y arranca con una escena tan inquietante como simbólica: una mujer se sumerge en un río, atada a una máquina de coser, en un aparente suicidio. Ese instante, envuelto en la melancolía de los últimos días de verano en el sur de Suecia, marca el tono de una historia que alterna entre el thriller y el drama psicológico.
En 1984, Vera, una adolescente de 14 años, decide salir a pasear en bicicleta por las inmediaciones de su pueblo. Su hermano menor Billy, de cinco, intenta sumarse, pero ella lo envía de regreso a casa. Poco después, Billy desaparece sin dejar rastro y, pese a la búsqueda y el dolor familiar, el caso queda sin resolución.
Veinte años después, la vida de Vera, ahora psicóloga especializada en procesos de duelo, sigue marcada por esa herida. Bajo observación en su trabajo por haber cruzado límites personales con un paciente, su equilibrio emocional se muestra frágil. El encuentro con un joven en una terapia grupal la sacude: ¿podría tratarse de su hermano perdido? ¿O su mente, atrapada en la culpa y el trauma, le está jugando una mala pasada?
La serie, protagonizada por Julia Ragnarsson (Vera) y Erik Enge, no se limita a seguir la pista de la desaparición infantil. Su principal virtud reside en el abordaje de las emociones soterradas: la culpa, las mentiras familiares y los recuerdos editados que, tarde o temprano, encuentran la forma de emerger. A través de los encuentros entre Vera, su hermano Mattias (Vilhelm Blomgren) y su padre (Lars Schilken), la historia va desvelando las capas de un pasado que nadie parece querer enfrentar por completo.
Lejos de los ritmos frenéticos habituales en el género, Fin del verano apuesta por una narrativa pausada, apoyada en una atmósfera rural y envolvente. El diseño visual y la ambientación contribuyen a ese sentimiento de pérdida y nostalgia que impregna cada episodio, mientras el guion juega con la ambigüedad y el desconcierto. ¿Qué es real y qué es producto de la mente de los personajes, especialmente de Vera?
Más allá de la pregunta clásica de «¿quién fue?», la serie invita a reflexionar sobre los mecanismos de la memoria y el modo en que las tragedias familiares afectan la salud mental y las relaciones a lo largo del tiempo. Los espectadores se ven obligados a replantear sus certezas a medida que avanzan los capítulos, en un ejercicio que resulta tan desafiante como atrapante.
Sin grandes campañas publicitarias, Fin del verano se ha convertido en una joya oculta dentro del catálogo de Flow, recibiendo elogios por su fotografía, su guion sólido y su capacidad para mantener el suspenso hasta el final. Eso sí: requiere paciencia y atención, siendo ideal para quienes buscan relatos profundos y atmosféricos, no para quienes prefieren historias de consumo rápido.
En suma, esta serie sueca se destaca como un thriller policial atípico, donde el verdadero misterio es la naturaleza de los recuerdos y la resiliencia de quienes deben convivir con lo irrecuperable. Con solo seis episodios, Fin del verano confirma el prestigio de las producciones escandinavas y ofrece una experiencia que permanece mucho después de que se apagan las luces del último capítulo.


