Mientras la atención global se posa sobre la escalada comercial entre China y Estados Unidos, el sector exportador argentino enfrenta retos internos que, según sus protagonistas, superan por mucho las implicancias de esta puja internacional.
Fernando Landa, presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), remarcó en declaraciones recientes que si bien el conflicto entre las dos potencias impacta en el comercio global, no representa una amenaza directa para las exportaciones argentinas a China. Aseguró que el problema de fondo reside en la competitividad y la previsibilidad local, no en la pérdida de mercados a manos chinas. «Es probable que el principal beneficiado de esta coyuntura sea Brasil, más que una afectación directa para nuestro país», advirtió.
En la actualidad, China ocupa el segundo lugar como socio comercial de Argentina, solo superado por Brasil, y representa un destino clave para las exportaciones nacionales. Según cifras oficiales de CERA e INDEC, en el último año las ventas argentinas a China crecieron un 12,2%, alcanzando los 5.173 millones de dólares. No obstante, en términos de inversión extranjera directa, Estados Unidos lidera con el 17%, mientras que China se ubica en el puesto 14, con una presencia concentrada en sectores como agroindustria y minería.
El impacto de la guerra comercial tampoco pasa inadvertido en el vínculo con Washington. Tras la reanudación de la contienda arancelaria bajo la gestión Trump en abril, los productos argentinos destinados a Estados Unidos quedaron sujetos a un arancel del 10%. Sin embargo, el caso más crítico fue el del acero y el aluminio, cuyos gravámenes aumentaron a la mitad del año, pasando del 25% al 50%. Esta suba golpeó a un sector que representaba el 50% de las exportaciones de esos productos al país del norte en 2024.
En respuesta, el gobierno argentino implementó la suspensión temporal de retenciones para favorecer la competitividad exportadora de estos rubros, medida que regirá hasta fines de 2025. El objetivo, según lo expresado en el decreto oficial, es potenciar la capacidad exportadora y alinear la política económica con una mayor apertura comercial.
El interés de Estados Unidos en Argentina, sin embargo, trasciende lo comercial. El país norteamericano mira de cerca los minerales críticos como litio y cobre, además de sectores estratégicos como el de energía y las telecomunicaciones (tecnología 5G y WiFi 6), con el propósito de consolidar a la Argentina como proveedor relevante para su industria.
La mirada geopolítica también fue analizada por el economista Federico Vacarezza, quien destacó que, a diferencia de la estrategia de largo plazo que China desarrolla con América Latina, la política exterior estadounidense hacia Argentina se ha vuelto dependiente de las decisiones personales del mandatario de turno, en este caso Donald Trump, más que de un plan regional consistente.
Mientras tanto, los empresarios del sector exportador argentino insisten en que las verdaderas dificultades se encuentran puertas adentro. Entre los principales obstáculos mencionan el deterioro de la infraestructura rural, agravado por recientes inundaciones, y el elevado costo del financiamiento, que limita el acceso al crédito necesario para afrontar contingencias productivas. A esto se suman reclamos por el mal estado de las rutas, lo que encarece la logística y restringe la llegada de mercadería a los puertos.
Otro punto crítico es el régimen impositivo: los exportadores denuncian que la carga tributaria sobre sus productos sigue siendo elevada y que los reintegros fiscales, herramientas clave para evitar la exportación de impuestos locales, acumulan demoras de hasta medio año, lo que ahoga la caja en dólares de muchas empresas, particularmente pymes.
En números, Argentina contaba con 9.085 empresas exportadoras en 2024, cifra que creció modestamente en el último año. Sin embargo, la comparación regional pone en evidencia las dificultades: países como Chile y Perú, de menor tamaño económico, cuentan con cerca de 7.500 y 8.900 empresas exportadoras respectivamente.
En síntesis, los exportadores argentinos coinciden en que el principal desincentivo para exportar hoy no proviene de la guerra comercial entre potencias, sino de problemas estructurales internos que limitan su competitividad y capacidad de crecimiento internacional.


