En la antesala de las próximas elecciones, el presidente Javier Milei enfrenta una encrucijada tanto política como económica, marcada por la intervención sin precedentes de Estados Unidos en los mercados argentinos y el asesoramiento estratégico de figuras vinculadas a Donald Trump. El reciente salvataje financiero, coordinado por la Casa Blanca y ejecutado por bancos estadounidenses, logró estabilizar el dólar y reducir el riesgo país, brindando al gobierno argentino un respiro crucial en medio de una crisis cambiaria.
El miércoles pasado, Barry Bennett, consultor de alto perfil y estratega de la campaña de Trump, mantuvo reuniones clave en la Casa Rosada con Santiago Caputo y otros asesores del oficialismo. Durante estos encuentros, Bennett solicitó proyecciones electorales realistas, considerando tanto escenarios optimistas como pesimistas, y puso sobre la mesa la preocupación por la fragmentación en el Congreso. Los funcionarios argentinos admitieron que, aun si La Libertad Avanza lograra imponerse en las urnas, el equilibrio parlamentario difícilmente cambiaría antes del fin de mandato, lo que limitaría la capacidad de Milei para avanzar con reformas profundas.
Entre las incógnitas planteadas por el consultor estadounidense, sobresalió el temor a un eventual juicio político impulsado por el peronismo. Si bien el entorno de Milei aseguró que cuenta con el tercio necesario de bancas para evitarlo y sostener vetos presidenciales, desde Washington consideran que esa estrategia defensiva será insuficiente tras el recambio legislativo de diciembre. Bennett insistió en la necesidad de construir coaliciones más amplias y dialogar con actores opositores no kirchneristas, incluyendo a gobernadores que se distanciaron del gobierno tras promesas incumplidas y tensiones políticas recientes.
El respaldo de Estados Unidos no se limitó al plano político. El jueves, cuando la Argentina enfrentaba una inminente corrida cambiaria y las reservas del Tesoro caían a niveles críticos, la administración estadounidense intervino a través de una operación coordinada que permitió contener la escalada del dólar. Según funcionarios cercanos a Luis Caputo, el alivio llegó «sobre la hora» y evitó un colapso financiero en las semanas previas a las elecciones. Scott Bessent, secretario del Tesoro de EE.UU., destacó el carácter excepcional de la maniobra, que solo se ha replicado en el pasado en contadas ocasiones.
El respaldo financiero de Washington, sin embargo, trae consigo nuevas exigencias. Estados Unidos espera que, tras las elecciones, el gobierno argentino avance hacia una política más abierta a la inversión extranjera, especialmente en sectores estratégicos como el uranio, litio y minerales raros. Además, se anticipa presión para que Argentina desplace acuerdos de cooperación nuclear y tecnológica con China, en favor de alianzas con empresas estadounidenses. También se plantean reformas fiscales para incentivar las exportaciones.
A nivel interno, Milei enfrenta desafíos de cohesión dentro de su propio gabinete. Karina Milei, figura clave y hermana del presidente, mantiene una postura de desconfianza tras el reciente escándalo en el entorno libertario, mientras que las diferencias con Santiago Caputo se profundizan. El caso de José Luis Espert, cuya candidatura fue finalmente retirada tras evidenciar un impacto negativo en la campaña, reveló la dificultad de Milei para sostener decisiones políticas bajo presión.
Mientras tanto, los sondeos reflejan un clima social de desencanto y esperanza: una encuesta del think tank Insight 21 indica que la mitad de los argentinos evalúa la situación nacional como «mala o muy mala», aunque cuatro de cada diez creen en una mejora el próximo año. Milei busca capitalizar ese sentimiento, apostando a una polarización contra el kirchnerismo y recibiendo el respaldo público de Mauricio Macri.
El martes próximo, Milei se reunirá en Washington con Donald Trump, en un encuentro que podría definir el tono de la recta final de la campaña y el futuro de las relaciones bilaterales. El mensaje es claro: la estabilidad política y económica argentina depende, más que nunca, de la capacidad del presidente para ampliar alianzas, consolidar acuerdos y responder a los intereses de los actores internacionales que, en los momentos críticos, han demostrado su influencia sobre el destino nacional.


