La reciente investigación sobre presunta corrupción en el seno de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), encabezada hasta hace poco por Diego Spagnuolo, ha dejado al Gobierno en estado de alerta y preocupación. La causa, que se originó con la filtración de audios comprometedores, amenaza con salpicar a figuras clave de La Libertad Avanza (LLA) y ha intensificado las disputas internas en la coalición oficialista, ya golpeada tras la derrota electoral en Buenos Aires.
Los nombres de los Milei, los Menem y otros dirigentes de alto rango aparecen relacionados, directa o indirectamente, con el caso. La vicepresidenta Victoria Villarruel, por ejemplo, fue estrecha amiga de Spagnuolo y su nombre figura vinculado a reuniones y visitas en el entorno del exfuncionario. Aunque hasta el momento Villarruel no se ha pronunciado públicamente sobre el tema, la incertidumbre sobre su posible conocimiento de los hechos inquieta a varios sectores libertarios.
El fiscal Franco Picardi y el juez Sebastián Casanello llevan adelante la investigación judicial, que permanece bajo secreto de sumario. Sin embargo, la información sobre las internas y los posibles involucrados se ha filtrado a la prensa, incrementando el nerviosismo en los pasillos de la Casa Rosada. En este clima de sospecha, la dirigencia de LLA teme ser arrastrada por el escándalo, incluso quienes solo mantuvieron vínculos circunstanciales con Spagnuolo.
El jueves pasado, la causa sumó un capítulo clave: fue citado a declarar Fernando Cerimedo, ex asesor digital de la campaña de Javier Milei y antiguo amigo de Spagnuolo. Cerimedo aseguró ante la Justicia que no fue quien grabó los audios que detonaron el caso, aunque sí admitió haber sido confidente de Spagnuolo durante meses. Según su declaración, el ex titular de ANDIS le relató en varias ocasiones la existencia de maniobras ilegales para recaudar sobornos de droguerías proveedoras de medicamentos al organismo.
Entre las empresas apuntadas está Suizo Argentina, cuya facturación habría crecido de manera extraordinaria durante la gestión de Milei, según trascendió. Cerimedo sostuvo que Spagnuolo aspiraba a integrarse plenamente en esa red de supuestas coimas, pero que Eduardo «Lule» Menem, señalado como el principal articulador de los negocios irregulares, lo excluía. Además, atribuyó a Spagnuolo comentarios sobre el papel de Karina Milei, quien supuestamente ordenó acatar las decisiones de Menem en estos asuntos.
La declaración de Cerimedo también arrojó detalles sobre la dinámica interna de ANDIS, las presiones y las advertencias que recibió Spagnuolo para manejarse con cuidado, dado su rol de abogado y la magnitud de las maniobras que denunciaba en privado. Según Cerimedo, Spagnuolo finalmente logró acceder a una parte de los beneficios del esquema, pero su actitud errática y su tendencia a confidenciar los hechos a distintos interlocutores lo volvieron un riesgo para la estructura.
El impacto de la investigación se siente con fuerza entre funcionarios y dirigentes, muchos de los cuales temen ver sus nombres expuestos en nuevos audios o testimonios. La reacción del Gobierno fue contundente: Spagnuolo fue despedido mediante un decreto que invoca la Ley de Ética Pública, y su segundo en el organismo, Claudio Garbellini, también fue removido. La esposa de Cerimedo, Natalia Basil, ya había dejado la agencia en medio de una disputa laboral, pero se mostró dispuesta a declarar si la Justicia la convoca.
La incertidumbre y la paranoia se han instalado en la coalición gobernante, donde algunos funcionarios admiten en privado haber estado al tanto, al menos parcialmente, de los manejos irregulares en ANDIS. La posibilidad de que Spagnuolo se presente como arrepentido y aporte pruebas contundentes mantiene en vilo a la Casa Rosada, que teme un desenlace capaz de profundizar la crisis política y exponer secretos hasta ahora guardados bajo llave.
En este contexto, la causa de los audios no solo amenaza con abrir nuevas derivaciones judiciales, sino también con provocar una verdadera convulsión en la estructura del poder oficialista. El círculo se cierra, y la dirigencia libertaria enfrenta el desafío de lidiar con un escándalo que, lejos de disiparse, parece estar apenas comenzando.


