El Banco Central de Brasil sorprendió al mercado internacional en septiembre pasado al aumentar sus reservas de oro en casi 16 toneladas, marcando su regreso a la adquisición de este metal precioso tras más de dos años de inactividad. Este movimiento no solo lo posiciona como el banco central más activo del mes en el mercado del oro, sino que también reaviva el debate sobre el papel estratégico del oro en medio de crecientes incertidumbres geopolíticas y económicas.
Con esta última compra, Brasil eleva sus tenencias totales a 145 toneladas, situándose como el segundo país latinoamericano con mayores reservas de oro, solo superado por Venezuela, que mantiene más de 161 toneladas. En el ranking regional, México se ubica en el tercer lugar con 120 toneladas, mientras que Argentina figura con 61,7 toneladas. Sin embargo, la composición de las reservas varía significativamente: en Venezuela el oro representa más del 90% de sus reservas internacionales, mientras que en Brasil y México apenas supera el 4% y 5% respectivamente. En Argentina, el oro constituye aproximadamente un 17% del total.
La decisión brasileña de reforzar su posición en oro llega tras su última gran adquisición en el periodo mayo-julio de 2021, cuando sumó más de 62 toneladas bajo la gestión de Dilma Rousseff. Anteriormente, había realizado una compra significativa en el trimestre septiembre-noviembre de 2012, durante la presidencia de Jair Bolsonaro, adquiriendo casi 34 toneladas.
El comportamiento de Brasil contrasta con el de otros gigantes económicos. El Banco Popular de China, por ejemplo, solo añadió una tonelada de oro a sus reservas en el mismo periodo, el incremento mensual más bajo desde el inicio de su actual ciclo de compras en 2022, excluyendo una pausa de seis meses en 2024.
Expertos del sector, como Robert Gottlieb, exdirectivo de JP Morgan y HSBC en el área de metales preciosos, atribuyen este renovado interés por el oro a la creciente volatilidad global. Según Gottlieb, los bancos centrales están buscando diversificarse y reducir su exposición al dólar y a los bonos del Tesoro estadounidense, favoreciendo activos considerados más seguros como el oro, que no dependen de la confianza ni del crédito de ningún país.
Esta tendencia también se refleja en los datos históricos. En la década de 1970, el oro representaba aproximadamente el 74% de las reservas oficiales de los bancos centrales, cifra que cayó al 20% en los años 90 pero que ahora recupera terreno, alcanzando el 40%. El estratega de Crescat Capital, Tavi Costa, subrayó recientemente que, por primera vez desde 1996, los bancos centrales poseen ahora más oro que bonos del Tesoro estadounidense en sus reservas internacionales. Costa estima que, pese al crecimiento de las reservas oficiales en los últimos tres años, aún existe margen para que el oro vuelva a ocupar un papel tan central como hace medio siglo.
La inclusión de Brasil en la alianza económica BRICS+ —junto a potencias como China, Rusia, India, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y los Emiratos Árabes Unidos— añade un matiz geopolítico a sus recientes compras. Analistas sugieren que la actividad de Brasil podría ser observada con atención por los mercados, ya que podría estar marcando una dirección para otras economías emergentes en busca de mayor autonomía frente al sistema financiero dominado por Estados Unidos.
Finalmente, la demanda de los bancos centrales ha sido clave en el reciente auge histórico del oro, cuyo precio llegó a superar los 4.200 dólares la onza. Aunque algunos expertos advierten que el ritmo de compras podría desacelerarse si los precios siguen en alza, el consenso es que la fiebre del oro entre los bancos centrales está lejos de terminar. Como resume el analista español José Luis Cava, la reciente operación de Brasil envía un mensaje contundente: los bancos centrales están apostando fuerte por el oro como refugio en tiempos de incertidumbre.


